Capítulo 27: Viajes a lugares imposibles

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KAI

Estuvimos un buen rato tumbados en el césped, hablando de cualquier tontería, preguntándonos cosas insignificantes del uno y del otro, casi podría decir que parecíamos una pareja de lo más normal, casi.

De repente, Eve se levantó de un salto y dijo:

- Tenemos cosas que hacer. – y salió disparada hacia la casa.

La seguí sin comprender, esta chica me desconcertaba tanto que hasta me gustaba, llámenlo masoquismo si quieren.

Una vez dentro de la casa me preguntó donde había un ordenador con conexión a internet y yo la guié hasta el despacho de mi padre. Hacía mucho que no pasaba tiempo en esta casa por lo que mis objetos de valor eran puramente sentimentales, no tenía ordenador, ni videoconsolas, ni ningún chisme electrónico.

- Vamos a ver…billetes de avión. – empezó hablar para sí misma mientras abría y cerraba pantallas en el navegador. – Aquí. El vuelo más próximo a Montana es el lunes al medio día.

- ¿Mañana? Entonces, ¿hoy que hacemos? – pregunté mientras me colocaba detrás de la silla y la daba pequeños mordisquitos en las orejas.

Estaba de muy buen humor, la conversación de antes con mi padre y el hecho de que era mi cumpleaños, me habían puesto así y solo deseaba estar con la mujer que me hacía aun más feliz.

- Kai, siento curiosidad. – dijo mientras se giraba con la silla y me miraba con ojos curiosos. - ¿Qué pasó ayer cuando te activaste?

Aun no habíamos hablado de eso, entre la huida de ayer, que se desmayara nada más entrar en la habitación y luego lo de mi padre, no habíamos tenido ocasión. Pero la verdad estaba en que no sabía por dónde empezar. Aunque sabía que había sido real, a mi mente le costaba asimilarlo, asimilar que había viajado a otro lugar y que me había reunido con tres personas con las que compartiré destino.

- Pues… viajé. – dije tras mucho pensar en cómo empezar. Ella me miró sin comprender. – Hice un viaje, no sé, con la mente supongo. El caso es que me desmaye y aparecí en un prado verde junto con tres personas más, los otros elementos. Algo nos obligó a ponernos en círculo y a juntar nuestras manos. En cuanto estas se tocaron, cuatro luces de colores salieron disparadas hacia el cielo y nos separamos. Lo siguiente fue cuando abrí los ojos y te vi.

- ¿Quieres decir que hiciste un viaje astral? Eso no lo había oído nunca. – dijo mientras perdía los ojos en la nada.

Mientras ella seguía reservando nuestros billetes de avión a Estados Unidos, a mí se me ocurrió que podía enseñarle lo que había aprendido en la noche anterior. Así que una vez que la vi imprimir los billetes electrónicos y apagar el ordenador, la agarré de la mano y la llevé a mi habitación.

Me reí de su cara cuando se le iluminaron los ojos de necesidad al ver la cama, pero aun no, debía enseñarle lo que había aprendido. La guié hasta el baño y abrí el grifo de la bañera.

- Ayer me costó dormir y mira lo que aprendí. – y tras decir eso, comencé.

Hice elevar una bola de agua y la coloqué a escasos centímetros de su cara. Ella pareció sorprendida pero pronto su mirada se hizo traviesa y se puso a controlarla ella.

Tenía muchas cosas que aprender. Eve era unas diez veces mejor que yo. No solo había conseguido mantener la bola en el aire, sino que la había convertido en forma de estrella, de corazón, de una cara sonriente e incluso de un lazo. Pero con lo que más impresionado me quedé, fue cuando la multiplicó en miles de bolitas que se repartían por todo el baño.

- Quiero hacer eso. – dije mientras levantaba otra bola y lo intentaba.

Primero la conseguí dividir en dos, luego esas dos en otras dos, esas cuatro en otras cuatro, y así hasta acabar mezclando las bolas de Eve con las mías.

Saga Elementos III: AguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora