Capítulo 33: Tienes elección.

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RALPH

El dolor había desaparecido, el caos del aeropuerto se había convertido en una sensación de paz que solo podía indicarme una cosa, estaba muerto.

Miré a mi alrededor, era una gran pradera verde, el césped del suelo estaba perfectamente cortado y solo se rompía su verdor por un pequeño lago perfectamente cilíndrico que estaba a tan solo diez metros de mí.

Estaba completamente solo, no sé cuánto tiempo estuve sentado disfrutando de mi paz, pero de repente empecé a oír pisadas. Me levanté de un salto, era como si aún siguiese en la batalla, mi estado de alerta estaba al rojo vivo.

Hasta que los vi, era tal y como los recordaba. Caí vencido de rodillas, me llevé las manos a la cara y las lágrimas cayeron desenfrenadas por mi rostro. Eran mis amigos, eran Marshall y Lydia, los padres de Eve.

Llegaron a donde yo estaba y se arrodillaron conmigo, me abrazaron y me consolaron hasta que se me pasó. Ahora sin duda sabía que estaba muerto, pero aun así quise cerciorarme.

- ¿Estoy muerto? – dije una vez comprobé que no caerían más lágrimas de mis ojos.

- Solo si tú quieres, amigo. – me dijo Marshall, hasta su voz era como la recordaba.

- No lo entiendo, ¿puedo elegir? – estaba confuso, ¿acaso se podía volver de la muerte?

- Alguien ha considerado que aún tienes muchas cosas que vivir, que aún haces falta en la tierra. – me dijo Lydia con su dulce voz.

Pero al oír su voz solo pude recordar esas últimas palabras, esas en las que me obligó a proteger a su hija.

- Lo hice lo mejor que pude, Lydia. La trate como a mi propia hija, la quise como mi hija. Ella tomó sus propias decisiones, pero siempre he estado ahí para guiarla y ayudarla. – lo dije tan de carrerilla que me faltó el aíre.

- Tranquilo Ralph, has hecho mucho más de lo que te pedí, no solo la has protegido, la has amado como la amo yo. Te agradecemos enormemente lo que has hecho, ahora sé que fue injusta mi petición.

- No, no lo fue y lo hice encantado. – lo último que quería era que se sintiera culpable.

- Lo sabemos, - dijo mi viejo amigo mientras me cogía la mano – pero ella aún te necesita, necesita que vuelvas y la ayudes en la guerra que está por venir.

- Por supuesto tienes elección, - dijo ahora Lydia. – has muerto y puedes elegir vivir en paz el resto de la eternidad. Pero también puedes volver, puedes saltar al lago y regresar.

Entonces volví a mirar ese pequeño lago que rompía la visión del perfecto césped, estaba ahí para mí, para que saltara y regresara junto a Eve. Sabía que si lo hacía solo me esperaría dolor, la herida no se iría por arte de magia y me tocaría sufrir con ella. En cambio la tentación de quedarme era muy grande, no solo por evitar el dolor, sino por estar con los que fueron mis amigos y quien sabe con cuantos más, quizás esté ella, mi amada a la que perdí una vez.

Sussan fue mi único amor, ella murió en una batalla al poco de nuestra relación, pero yo nunca he podido olvidarla, siempre ha estado en mi mente y en mi corazón.

Pero no podía pensar en quedarme, ¿cómo miraría la cara de mis amigos sabiendo que dejé sola a su hija en una guerra? Me levanté de un salto y me encaminé hacia el lago, noté la sonrisa de satisfacción de mis amigos y les abracé por última vez.

- Decirle a Sussan que me espere un poco más, que vendré a por ella.

- Claro que sí, aunque eso ya lo sabe. – me dijo Marshall con un guiño de ojos, ella me estaba esperando también.

Saga Elementos III: AguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora