Capítulo 34: Libros, retentivas

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—Por eso son peligrosos... —Tricia se empezaba a levantar, estaba recuperando fuerzas—. Pero creo que podremos seguir adelante.

—Claro que sí. —Me enfoqué en ella, quien estaba caminando entre la sangre. Tomó el bisturí. Se quitó el pantalón, cortó la parte rota y lo rediseñó en unos segundos, creando un nuevo estilo ensangrentado. Con la parte cortada se tapó una herida del brazo y dio un pequeño suspiro.

—Me temo que esto apenas comienza... —Caminó hacia la salida del spa, hacia los pasillos de los dormitorios.

—Es mejor que bajes. Aquí arriba las cosas han estado intensas —sugerí viendo las pantallas—. Ve hacia la izquierda.

Tricia caminaba lentamente por los desiertos pasillos llenos de oro y opulencias sin costo aparente, como si fuera un mundo de fantasía oscura, y ella fuera una princesa perdida entre el abismal dinero que se encontraba a su alcance. Su nueva apariencia, llena de sangre y marcas psicológicas irremediables, le daba un toque de misticismo innegable.

—¡Espera! —grité al ver que Dorothy estaba en un sillón, acostada. Estaba hablando sola, o posiblemente con Ledalí.

—Mierda... —Tricia dio dos pasos hacia atrás—. No estoy muy dispuesta a pelear...

—Regresa, hay otra manera de ir hacia abajo. Tienes que llegar a la biblioteca primero. —Estaba observando el mapa de la mansión, aparte de que me había memorizado todo lo que había visto anteriormente, en el diligente recorrido que hicimos.

Ella entró al spa de nuevo. El cadáver de Joel no estaba, los guardaespaldas ya lo habían retirado y dejaron todo igual de sucio. Tricia avanzó lo más rápido que pudo para salir al otro lado. Podía entrar a la sala de cine, pero decidió hacerme caso. Se detuvo de repente, justo en el pasillo de los dormitorios.

—¿Qué pasa? —cuestioné al ver que hubiera parado tan en seco.

—Esa puerta... está casi rota. —Ella entrecerró los ojos para ver bien—. Es imposible que alguien lo hiciera... son fuertísimas. Le falta poco para ser derribada completamente.

—No tenemos mucho tiempo para explorar, Tricia. Mejor vamos a la biblioteca, esos misterios no nos toca descifrarlos. —Intentaba apurarla, sabía que estaba en un espacio grande, vulnerable para quien fuera.

Ella siguió caminando hasta que encontró otro pasillo... el pasillo oscuro y tenebroso... el de la alfombra roja. Había una puerta al fondo, pero casi no llegaba la luz a la misma. Podía sentir a través de la respiración de Tricia la intriga que estaba experimentando.

—Hay algo... —Después de dar un paso hacia adelante, se detuvo y regresó—. Hay algo sobre ese pasillo... algo muy oscuro.

—Mira, la biblioteca se encuentra detrás de esas grandes puertas. —Ella volteó a ver y siguió caminando, ocultando todos sus sentimientos de desesperación y estrés. Tricia tropezó con algo, cayendo al suelo. Se levantó.

—¿Qué es eso? —Observé un pequeño cofre de oro, era pequeño pero muy pesado. Ella intentó levantarlo, pero falló en el intento.

—¿Lo... abro? —dudó. Se quedó observando el peculiar objeto... hasta que decidió entreabrir la tapa para investigar su contenido. Se sorprendió al ver lo que era.

—Una resortera... —Ella la sacó, tenía siete piedras en una bolsa de tela también. Abrochó la bolsa a su pantalón y sostuvo la resortera en sus manos.

—¿Un arma? Interesante... —pronunció mientras descifraba cómo usarla. Una vez aprendido el movimiento siguió caminando con un poco más de seguridad.

El Juego Macabro (#2 En actualización) - GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora