Capítulo 39: Naturaleza agresiva

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Hace 3 meses...

***Aryl***

Me estoy maquillando. Después de haber roto con Dereck, lo único que me llena es más alcohol y fiestas. Aunque él no esté dispuesto a seguir en la cacería de modelos, sé que Daisy me apoyará cueste lo que cueste, es una amiga de verdad, o eso creo y espero...

Camino hacia mi cajita de la bailarina. La abro, dejando la música salir suavemente, como si fuera lava de un volcán pasivo agresivo en medio de una vieja montaña nublada, así como la confusión que a veces me azota. Tomo un papelito con ácidos y lo pongo en mi lengua suavemente, viéndome al espejo. Tengo que estar lista para ir con Daisy de fiesta.

Al estar todo listo sigo mi rutina de escapatoria usual. Abro la puerta del dormitorio, son las dos de la mañana y mis padres duermen. Camino descalza hasta llegar a la puerta principal, hasta llegar frente a la misma. Tomo un suspiro, doblo el cuello suavemente, y la abro.

Estoy en la calle, la oscuridad es mi nuevo ambiente, es como si fuera un pez en el agua, sé que lo domino, sé que es mi oportunidad de camuflarme entre lo mío, lo propio y arraigado desde lo más profundo de mi ser. Camino por las calles vacías del vecindario hasta ver a Daisy, caminando en la oscuridad, resaltando su peluca azul.

Ella sonríe al verme, y al estar cerca nos abrazamos. Tengo el corazón envenenado, tengo ganas de hacer daño... tengo ganas de ser libre, quiero explotar, tengo odio atado, acumulado, y necesito expulsarlo. Quiero que esta fantasía cohibida salga y sea libre una noche más.

—¿Lista? —pregunto, le enseño mi barra de metal, la que conseguí luego de haber dejado la otra tirada en el bosque... al haberme encontrado a aquella horrible payasa.

—¡Claro que sí! —Salta de la emoción, caminamos hasta la parada para tomar un autobús, uno que pasa muy pocas veces por el vecindario a esas horas de la noche.

Nos sentamos, rodeadas de una intensa opacidad de la que puedo sentir un olor, el olor de ambos perfumes mezclándose, creando un ambiente lóbrego y un vigoroso poder. Debe de ser el ácido que está haciendo efecto.

El autobús para, nos montamos en él. Hay dos personas más, uno va algo borracho y la otra es una viejita que consume piedra, a quien le encanta viajar en el bus a esas horas, ni sé para qué. Me encojo de hombros y me siento junto a Daisy, quien ve por la ventana, a las luces de los postes de luz mientras llegamos al destino.

—¿Por qué tan pensativa? —Estoy molesta, vine para divertirme, no para verla como tonta.

—Sabes... hoy en la tienda... —La interrumpo.

—¡No hables de esa estúpida tienda Daisy! ¿Qué te dije sobre hablar de ella? —le pego una palmada en el brazo—. Ella... no está aquí. Ella es una estúpida perdedora, ¿entiendes? ¿Qué es lo que no te cabe en la cabeza?

—Está bien... Aryl... —dice algo desconfiada—. ¿Entonces no te puedo hablar sobre lo que hago con... Lyra?

—¡No menciones ese nombre! ¿Qué te pasa? —Niego con la cabeza, suspiro—. Te digo... que ella no está aquí, no hay necesidad de mencionarla.

—Entiendo. Está bien. —Voltea a ver hacia la ventana de nuevo.

—Ay, por favor... bueno, dime qué querías decir sobre tu trabajo en esa tienducha de mierda —digo tocándole el brazo con mi dedo, molestándola.

—Te decía, hubo algo extraño en la tienda en la que trabajo. —Empezó a hablar mientras veía las luces—. ¿Recuerdas a una chica llamada Tamara? Aquella, que trabaja día y noche... a la que a mí jefe no le agrada.

El Juego Macabro (#2 En actualización) - GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora