4; Saliendo con el enemigo

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Abro los ojos con un poco de dificultad y asomo la cabeza entre las mantas. En la cama de al lado veo a Elsa y Julie. Es una cama pequeña pero ambas están abrazadas y caben perfectamente. Estiro mi mano para coger el teléfono que está cargando en la pequeña mesita de noche y quito el cargador. Miro la hora y mis tripas rugen. Bostezo y me estiro en la cama, mirando hacia el techo. Había sido una noche entretenida. Habíamos bailado, reído y bebido. Me di cuenta que Ethan no sospechaba nada porque no quitaba las manos del cuerpo de su chica.

Connor no había tardado en desaparecer diciendo que tenía cosas que hacer. Eso se traducía en: he quedado con alguien más interesante que esta fiesta. Habíamos cogido todos juntos un Uber y Elsa me había dejado dormir en su cama para que Ethan y Heidi pudieran tener intimidad en la nuestra.

Me levanto sin hacer ruido y salgo de la habitación. Todo está en silencio y me dirijo a la mía, abriendo la puerta lentamente por si me encuentro algo que no deseo ver. Veo a Heidi entre las sábanas de su cama y abro la puerta más para ver que Ethan está en mi cama espatarrado. Me quedo en la puerta observando que solo lleva un bóxer blanco. Recorro su cuerpo, lentamente, recreándome, porque quiero y porque puedo y cuando he tenido suficiente, me dirijo a mi armario para coger algo de ropa.

Me acerco al cajón de la ropa de interior, que está al lado del chico castaño, y abro el cajón con mucho cuidado. Lo miro mientras lo abro y él lo único que hace es arrugar un poco la nariz. Cuando salgo de la habitación, la pregunta que me hago es: ¿Por qué Ethan está durmiendo en mi cama y no con Heidi?

El chico es grande, sí. Alto y robusto, pero vamos, ¿quién no quiere dormir entre sus fuertes brazos o apoyar la cabeza en sus pectorales? Yo sí, y todas las chicas de la universidad, también.

Después de una ducha para quitarme el olor a alcohol y a tabaco de anoche, me preparo unos fideos instantáneos porque no tengo ganas de meterme en la cocina. Cuando estoy echando el agua hirviendo en el vaso que tiene el contenido, escucho unos pasos y giro mi cabeza un poco para ver aparecer a Ethan.

— Hola —murmura con voz ronca.

— ¿Y la ropa? —Pregunto dejando la cacerola en la vitrocerámica.

— En la habitación —se pone a mi lado y coge un vaso para después llenarlo de agua.

Cierro la tapa de los fideos y dejo que reposen unos cuantos minutos para que estén listos para comer. Me apoyo en la encimera y observo como su nuez de adán se mueve cuando traga.

— ¿Qué miras? —Pregunta dejando el vaso en el fregadero.

— Eres un rinoceronte —abro mis brazos para referirme a su anchura y él, sonríe—. Si me dieras un puñetazo seguro que me mandas a Los Ángeles de la fuerza que tienes —digo—. Por favor, mándame a Los Ángeles.

— ¿Quieres que te de un puñetazo? —Se ríe y niega con la cabeza, apoyando una mano en la encimera.

— Solo si me mandas a Los Ángeles.

Cojo el vaso de los fideos y voy al salón, donde me siento en el sofá y enciendo la tele, bajándole el volumen. Antes de que Ethan vuelva a entrar en la habitación, lo llamo y él se detiene antes de entrar al pasillo.

— ¿Por qué estás durmiendo en mi cama?

— Heidi se queja por el espacio —se encoge de hombros.

— Cámbiame las sábanas después —abro la tapa de los fideos y él sonríe un poco para después perderse por el pasillo.

— ¿Has vuelto con Dave? —Pregunta asomándose de nuevo al salón.

— Sí, eso parece. ¿Tienes que hacerle a mi hermano un informe semanal?

Ethan vuelve a sonreír y esta vez, no vuelve. Se encierra en mi habitación con Heidi y solo salen para comer algo.



VERSUSWhere stories live. Discover now