8; Roseland

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Nathan y Donald corren hacia nosotros cuando bajamos del autobús. Abrazo a los gemelos mientras Connor va a buscar nuestras maletas y observo lo que han crecido en estos meses.

Sus cabelleras castañas corren a Connor cuando lo ven y arrastro mi maleta hasta llegar a mamá, que sujeta la mano de Wendy. Mis hermanos decidieron que ese sería el mejor nombre para mi hermana porque así Peter Pan podría venir a verla y llevarlos al país de nunca jamás.

Todos habíamos mirado a nuestros hermanos de seis años atónitos y habían decidido que Wendy sería el nombre de nuestra pequeña hermana. La cojo en brazos cuando ella corre hacia mí y la abrazo con fuerza.

— Te he echado de menos —le digo.

— Yo a vosotros también. ¡Connor!

— ¿Cómo está la pequeña de la casa?

Mi hermano la sostiene y me acerco a mamá para abrazarla. Su perfume me hace sentir en casa y sonrío en su abrazo.

— ¿Qué tal el viaje? —Pregunta.

— Bien, ha ido bien, cansados.

Mamá abraza a Connor cuando llega a ella y Wendy no baja de sus brazos. Mamá y su marido, Kevin, habían tenido que comprar un coche más grande cuando los gemelos nacieron, por lo que cabemos perfectamente en el coche. Los gemelos y Wendy van en el asiento de en medio, Connor en el del copiloto y yo voy sola atrás, tocándole el pelo a mis hermanos sabiendo lo mucho que les molesta.

— ¡Para! —Grita Donald.

— ¡Qué pesada! —Dice ahora Nathan.

— ¡Os he echado taaaanto de menos! —Les revuelvo el pelo de nuevo y ellos se quejan haciendo que mi madre me llame la atención.

Me apoyo en el asiento con una sonrisa en mi rostro y miro por la ventana hacia el sitio donde había crecido, Roseland. Llevo tres años viviendo en Notre Dame y siempre agradezco el cambio de aires.

He hablado con las chicas, con mis amigas de siempre, las locas con las que probé el alcohol con diecisiete años, con las que me colé en una fiesta la primera vez, con las que compartí como fue mi primer beso, mi primera vez... Esta ciudad es un recuerdo de todo lo que he vivido, de cosas que me gustaría repetir y cosas que no.

Me bajo del coche y cargo con mi maleta hacia casa, donde huelo la riquísima comida que mamá tiene preparada. Connor sube mi maleta y la suya al piso de arriba y la deja en la habitación que comparto con Wendy desde hace cinco años.

La habitación tiene una decoración excesiva de princesas y color rosa. Apenas queda nada de lo que había sido el cuarto de una adolescente rebelde que se escapaba por la ventana con la ayuda de su hermano para ir a alguna fiesta.

— Tu habitación ha cambiado mucho —mamá me mira desde la puerta y sonrío.

— Cada vez más.

— He querido respetar tu espacio y he puesto las fotografías con tus amigas en la pared.

— Gracias, un detalle no llenar este rincón de princesas.

— Te encantaba la Bella Durmiente cuando eras niña.

— Supongo porque dormía toda la película, o quizás era porque el príncipe Felipe fue el único que luchó por ella habiéndola visto un minuto mientras cantaban.

Mi madre se ríe y mira alrededor de la habitación. Ahora, me siguen gustando las películas de princesas, pero mi favorita es Brave. Esa chica pelirroja con el pelo desordenado que lo único que quiere hacer es vivir su vida sin ningún pringado al lado.

VERSUSWhere stories live. Discover now