Marcas en mi piel

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—Lola abre —exigió golpeando la puerta del baño.

Llevaba casi una hora allí adentro, y lo único que se escuchaba, era el agua de la ducha correr. Y Clark ya comenzaba a perder la paciencia.

—O abres la puerta, o juro que la rompo, abre.

Al esperar unos segundos más, y no recibir respuesta, le dio una patada, rompiendo la cerradura para poder entrar.

El piso estaba inundado de agua ya, y de la bañera, salían finas líneas rojas aguadas. Desesperado, se acercó hasta ella, y la sacó de la bañera, envolviéndola en una toalla.

—Estás sangrando ¿Dónde te lastimaste?

Ella no respondió, sólo siguió mirando a la nada.

—Lola, te estoy hablando.

—Estoy bien, siempre estoy bien —pronunció en un tono ido.

Frustrado la llevó hasta la cama, y quitó la toalla, al ver que había más sangre. Miró con temor que tenía cortés en las muñecas, los antebrazos, los muslos...

—¿Tú te hiciste esto?

Ella miró hacia abajo, y no respondió.

—¡¿Por qué demonios te cortaste?! Lola.

Apretó los dientes, y se fue rápidamente hacia el baño, buscando un maldito botiquín, o algo con que vendarles las cortaduras. Estaba furioso.

Volvió con algunas vendas y gasas, y se sentó en la cama, tomando su mano izquierda primero.

—¿Por qué lo hiciste? —le preguntó cortando un trozo de gasa, colocándolo en la herida, antes de envolverla—. Respóndeme, Lola.

—A veces me corto para sentirme bien —murmuró.

—Ah genial, cierto que todos hacemos eso para sentirnos bien, herirnos.

—Tú no lo entiendes —le dijo al borde de las lágrimas.

—No, por eso quiero que me expliques —pronunció colocando algunas banditas en cortes más pequeños.

—No quiero hablar de eso.

—Okay ¿Se supone que haces esto muy seguido? Pregunto, para comprar más vendas y esas cosas.

Tomó su otra mano, y comenzó a vendarla también. Ella no dijo nada, sólo dejó que Clark continuara, sin importarle que estuviera desnuda frente a él.

Continuó con sus muslos, y luego se dirigió al armario de ella, buscando una bata.

—¿Quieres que te ayude?

—No, puedo sola.

—No me da seguridad dejarte sola ¿Puedo confiar en ti? Mira que no quiero ser cómplice de un suicidio.

—Estoy bien.

El castaño suspiró, y fue hasta la cocina, a prepararle algo para que tomara. Habían vuelto de la playa, y desde entonces, Lola se había encerrado en el baño.

Buscó una taza, y le sirvió algo de té. Fue hasta el refrigerador, y cortó una porción de pastel de chocolate.

Volvió con todo en una bandeja, y ella seguía sentada en el mismo lugar, con la bata a un lado de la cama. Clark suspiró, y dejó la bandeja en la mesa de noche, rodeando la cama para acercarse a ella.

—¿Te parece si te ayudo?

Ella asintió con la cabeza, y él miró hacia otro lado, mientras le quitaba la toalla, y la ayudaba a colocarse la bata.

Fue al baño a buscar un cepillo para el cabello, y se subió a la cama detrás de ella, cepillándolo suavemente.

—¿Te gustaría que viéramos una película? ¿O esa serie de vampiros que tanto te gustan?

—No quiero nada, Clark.

—Sí, la serie de vampiros suena bien.

Corrió las mantas, y la ayudó a acostarse tapándola. Aunque estaban en verano, Lola tenía la calefacción tan baja, que en esa habitación estaba helando.

—Muy bien, ahora pondré esto aquí —le dijo colocando la bandeja entre ambos, mientras él también se acostaba—. ¿En qué episodio nos quedamos? ¿Treinta y cinco?

—Setenta y seis.

—¿En serio? Ahora sé porqué siempre amaneces con ojeras.

...

Mi novio es un botDonde viven las historias. Descúbrelo ahora