EP 2: HUÍDAS.

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- No.

Se levantó corriendo, dejó la servilleta de tela encima del plato, recogió su abrigo y bolso y salió de allí sin mirar atrás. No fue consciente de que todo el restaurante había estado pendiente y expectante de su respuesta, como tampoco fue consciente de los comentarios en susurro que generó al salir de allí.

No pensaba en nada y lo pensaba todo a la vez. Su mente iba a mil por hora, igual que su corazón. Llegó a casa, cogió una maleta y metió todo lo que vio en ella de forma apresurada. Sentía que la vida le quemaba, que el aire le intoxicaba los pulmones. No quería estar allí ni un segundo más. Cogió todo lo que creyó necesario para a saber qué, y salió de su casa.

Al cabo de media hora se encontraba en el aeropuerto, delante de un panel lleno de destinos que desconocía. Llegó a taquilla y compró un billete de avión para el próximo vuelo que saliese y que hubiese sitio. No quiso ver nada más. Salía en quince minutos y se encontraba en la otra punta del aeropuerto, empezó a correr, queriendo dejar atrás todo, su vida, su trabajo, sus amigos, su familia, su pareja...

Corría como hacía tiempo que no hacía, esquivaba maletas, personas y mobiliario. Mientras corría volvió a echar un vistazo al billete para comprobar el número de puerta de embarque al que tenía que ir. Sin embargo, un fuerte choque hizo que cayese al suelo, junto a su maleta, bolso y billete.

- Joder – se quejó – dios, qué dolor – acercó ambas manos a su rodilla, que se encontraba sangrando – mierda – se incorporó un poco y vio como varias personas se acercaban hacia donde estaba ella, y hacia otro cuerpo que también se encontraba en el suelo

- ¿Estás bien? – se agachó una chica a socorrerla.

- No mucho – se quejó – me duele muchísimo la rodilla

- ¿Quieres que llame a una ambulancia? – se preocupó - ¿puedes levantarte? – lo intentó, pero la pierna le falló.

- Joder – se volvió a quejar cayendo de nuevo al suelo – no puedo andar.

- Vamos a llamar a una ambulancia – se acercó un señor hacia ellas – la otra chica no puede andar

- Sí, será lo mejor – comentó la chica que estaba a su lado – ella tampoco puede, coméntale que son dos.

El hombre se alejó un poco de ellas y empezó a hablar por teléfono. Sentía un dolor intenso en la rodilla, no podía creerse la mala suerte que tenía. A unos metros de ella, vio cómo la otra chica que se encontraba en el suelo, como ella, se incorporaba lentamente hasta quedarse sentada. Se llevaba, también, ambas manos a su rodilla. Se fijó en ella, era muchísimo más alta, delgada y tenía una melena morena que le llegaba hasta los hombros. Vestía con unos vaqueros negros rasgados, y una camiseta blanca bastante ancha, recogida por las mangas. En el suelo se encontraba una funda con lo que parecía guardar una guitarra, varios papeles y un abrigo largo de color marrón.

Quería acercarse a ella para disculparse, pero sentía que la rodilla no se lo iba a poner fácil, y prefería no forzar nada hasta que llegasen los sanitarios.

Después de varias comprobaciones, decidieron que lo mejor era trasladarlas a un hospital para que allí les hiciesen una radiografía y pudiesen determinar bien lo que tenían. Las dejaron solas en una silla de ruedas, en el pasillo frente a la sala de rayos.

- Lo siento mucho – rompió Alba el silencio – iba con tanta prisa que no miraba a mi alrededor.

- No pasa nada – le miró la chica – yo tampoco iba muy pendiente – sonrió – soy Natalia – le extendió la mano.

- Yo Alba – se acercó un poco con la silla de ruedas y le correspondió el gesto – vaya manera de conocernos, damos pena – rió al ver el panorama.

- La verdad es que ahora mismo somos un cuadro – rió también.

- ¿Alba Reche? – salió un auxiliar a buscarla – tu turno.

Alba entró en la sala con la ayuda de aquel auxiliar. Tras varios minutos y con la radiografía ya realizada, esperó a que Natalia saliese de hacerse la suya. Para su sorpresa, la morena salió por su propio pie, sin ayuda de la silla.

- ¿No te duele? – preguntó Alba

- Solo siento una pequeña molestia, imagino que del golpe, pero puedo andar – sonrió.

- ¡Qué suerte! – suspiró – yo lo he intentado pero imposible, me duele una barbaridad al apoyar el pie.

- Chicas – interrumpió - tenéis que ir a la consulta número 235, subís por ese ascensor de allí – indicó el auxiliar – y luego a la derecha.

Ambas asintieron y se dirigieron hacia el ascensor. Natalia con una leve cojera y Alba peleándose con la silla de ruedas.

- ¿Quieres que te ayude con eso? – señaló la silla

- Por favor – suplicó – se me da fatal

- A ver, cuidado – se puso detrás de ella – pon las manos en el reposabrazos, que no te haga daño con la rueda.

- Gracias, Natalia – le sonrió

- Anda, tonta – empezó a empujar la silla, hasta que llegaron al ascensor, presionó el botón y esperaron - ¿y dónde viajabas?

- No lo sé – se encogió de hombros.

- ¿Cómo? – no entendía – si no me lo quieres decir no pasa nada, eh. Es por hablar de algo mientras llega el ascensor.

- No no – suspiró – es que no lo sé, compré el billete a lo loco, el próximo vuelo que saliese, no sé ni dónde iba. – Natalia se quedó en silencio varios segundos.

- ¿De qué huías? – la miró directamente a los ojos, Alba hizo lo mismo.

Se quedaron unos segundos en silencio, hasta que el sonido que indicaba que el ascensor ya había llegado, las sacó del ensimismamiento. Natalia volvió a colocarse detrás de la silla y la empujó.



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Bueno, muchísimas gracias por el recibimiento que le disteis ayer. Me alegro de que os haya gustado la primera parte, sé que aún es muy pronto para saber si os gusta la historia, espero que sí.

Un abrazo enorme a todxs las que os habéis animado a leerme.

Al primer vuelo - ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora