EP 25: MENTIRAS.

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Madrid, 2027.

Un año después del accidente de avión.


Siempre he pensado que los regalos son espejos de las personas que los dan, y no solamente porque nos inclinamos a elegir aquello que nos gustaría recibir. También son un mensaje en clave sobre cómo nos ven y qué esperan o no de nosotros en cada época.

El primer regalo que recibí fue de Mario, un pañuelo. Un pañuelo es algo que regalas por puro compromiso, a una madre, a una suegra o a una abuela. Por muy original que sean el diseño y los colores, es un regalo impersonal, sin alma. El mensaje que transmite el pañuelo es: "No sabía qué regalarte y te he traído esto".

- Si no te gusta, puedes cambiarlo. Es de la tienda de La Vaguada, ya sabes dónde está. – dijo tras notar mi cara de sorpresa y asombro.

- No no, me encanta —mentí, luego le di un breve beso en los labios. - Sólo es que no me lo esperaba. ¿Sabes? Es como si de repente me hubiera hecho mayor.

- Y te has hecho mayor —contestó cortante, mientras sacaba una cerveza de la nevera.

El segundo regalo de la noche, lo trajo Ana a la cocina, mientras yo sacaba las doradas del horno. Nos habíamos conocido en una de las reuniones con amigos de Mario, ella al igual que yo, no pegaba mucho con todo ese ambiente pijo y de apariencias. A parte, nos unía nuestra pasión por la fotografía. Desde entonces nos habíamos visto a menudo, excepto ese último año, que ella había pasado recorriendo Francia para ilustrar un libro de nuevos artistas.

—¿Todavía haces fotografías? —le pregunté levantando la bandeja caliente protegiéndome con dos trapos.

Ana me miró a través de sus gafas de montura de pasta y, con su timidez habitual, respondió.

- Casi exclusivamente. Me dedico a fotografiar artistas de todo tipo, pintores, músicos, bailarines, cantantes. – bebió un trago de cerveza - ¿y tú? ¿sigues con la fotografía de paisaje?

- La verdad es que no – contesté con pena – estoy en una tienda de barrio, haciendo fotos de DNI y maquetando álbumes.

- ¿No has pensado en hacer algo por tu cuenta?

- Me encantaría – hice una pausa – pero las veces que lo he comentado con Mario me ha quitado la idea de la cabeza, que con la edad que tengo ya, es mejor tener un puesto de trabajo seguro, y no estar dando tumbos por ahí. – me encogí de hombros.

- Pues no estoy nada de acuerdo – contestó cortante – tienes que vivir lo que te apetezca vivir. Además, tú más que nadie debería saberlo – comentó – no volviste a la vida para vivir como los demás quieren que lo hagas.

- Ya – suspiré – ojalá tuviese el valor para hacerlo.

- Bueno mira – cambió de tema al ver que aquello me había dejado bastante triste - de momento te he traído música de la bohemia parisina. No es necesario que lo abras ahora – hizo una pausa - de todos modos, no conoces este disco.

Besé su mejilla dándole las gracias, con la bandeja de las doradas en las manos, mientras Ana dejaba el paquete en la estantería de las especias.

La llegada del segundo plato fue aplaudido por los invitados, que acababan de descorchar la tercera botella de vino. Observé que Mario no había tocado aún la ensalada. Parecía ajeno a todo lo que sucedía en la mesa. Era la primera vez que lo veía tan ensimismado delante de la gente. Por lo general siempre aprovechaba esas reuniones para alardear de sus últimos logros en la empresa, de lo bien que le iba todo y de lo encantados que estaban todos sus empleados con él. En cierto modo agradecí que estuviese tan callado.

Al primer vuelo - ALBALIATempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang