EP 28: JE VEUX.

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Cuando todo se vacía de sentido para una, sólo hay dos alternativas: aniquilarte o aniquilar el mundo que te ha rodeado hasta entonces, dinamitar tu viejo hogar para salir en busca de uno nuevo.

Por inmaduro que pudiera parecer, las canciones habían sido la chispa definitiva para realizar un cambio que ahora me parecía urgente. Tenía la sensación de haber estado mucho tiempo dormida, obviando mi propia existencia, quién era, qué me gustaba, qué quería. Había dejado que otros respondiesen a esas preguntas por mí, y simplemente, me había dejado llevar por la comodidad de no tener que pensar o replantearme todo lo que conocía. Tenía la impresión de salir de la cama por primera vez en mi vida. Había llegado la hora de complicarse un poco la vida, aunque no lo hubiera decidido yo. La vida a veces nos elige para ciertas pruebas sin que sepamos muy bien por qué.

Mientras los pasajeros acababan de llenar el tren con destino a París, mantuve la última conversación telefónica con mi jefa. Era una mujer buena y entrañable, comprendió desde el primer momento que tenía que irme y buscar respuestas, me puso todas las facilidades del mundo y ahora me llamaba para preguntarme si estaba bien, y si estaba decidida.

- Si por algún casual sale mal – comentaba – tu puesto en la tienda seguirás teniéndolo.

- Muchísimas gracias, Rosario – suspiraba – es usted un sol.

- Mucha suerte, hija – hizo una pausa – ojalá encuentres todo aquello que buscas.

Con mi maleta de mano a cuestas, me adentré por el pasillo del vagón. Después la dejé en uno de los compartimentos habilitados para ello, y me senté en mi asiento. Me esperaban varias horas de viaje, que se hubiesen reducido considerablemente de haber elegido el medio de transporte aéreo, pero por cuestiones obvias, eso era algo que no iba a hacer, al menos no todavía.

Era ya de noche cuando llegamos a París, y el taxi me llevó hacia el hotel que había reservado. Sólo tres noches. Con eso bastaría para tomar contacto con la ciudad y, si tenía suerte, con Eilan Bay. Luego ya se vería.

Tal vez porque la oscuridad altera nuestra percepción del tiempo, el trayecto entre la estación de tren y el hotel me pasó en un suspiro. El taxista era un joven de ojos brillantes que amenizó la media hora de trayecto con una selección de temas de una cantante bastante conocida allí, que según me comentó, se llamaba Zaz. Me llamó la atención una canción en concreto, "Je veux". Le pedí a Anatole que me explicase un poco sobre qué iba aquella canción, ya que yo no tenía ni idea de francés. Y me comentó, en un chapurreo de español, que iba sobre una chica que había tenido muchos lujos y una vida muy cómoda y que de repente rompía con todo eso, buscando ser ella misma. Me encantó que aquella fuese la primera canción que escuchase al llegar a París.

Le di las gracias a Anatole, que se había portado excesivamente bien conmigo, y habíamos compartido un trayecto en su taxi de media hora bastante entretenido y enriquecedor. Una parte de mi creo que volvió a conectarse con aquella Alba que supuestamente había viajado a otros países, fotografiando otras culturas y enriqueciéndose con ellas.

El alojamiento excedía claramente el propósito de mi viaje. El Hotel Shangri-la resultó ser un palacio por dentro con salones tapizados, cuadros enormes, excesiva decoración barroca y muchas florituras que para nada iban conmigo.

Acostumbrada al diseño zen de mi casa, aquella explosión de barroquismo resultaba mareante. Mientras me registraba en recepción, consulté en la tabla de precios lo que estaba pagando, que hasta entonces no me había detenido a mirarlo, 190 euros la noche. Un lujo excesivo para venir de escuchar una canción como "Je veux".

Agradecí enormemente que mi habitación no estuviese tan recargada como el resto de estancias de aquel hotel. Las vistas eran espectaculares, sólo por aquello entendí todas las buenas opiniones sobre el hotel.

Al primer vuelo - ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora