EP 3: QUÉDATE.

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Como bien había adelantado Natalia, ella sólo tenía un pequeño hematoma debido al golpe, que poco a poco se le iría quitando. Alba, por su parte, no había corrido tanta suerte. Ella había sufrido un pequeño esguince por el cual iba a tener que mantener en reposo la rodilla durante varios días. Incluso aquella noche, debía de permanecer ingresada en el hospital.

- ¿Has avisado ya a alguien para que venga? – preguntó Natalia una vez ya instaladas en la habitación donde Alba iba a pasar la noche.

- No.

- ¿Quieres que llame yo?

- No. – contestó tajante.

Se quedaron en silencio. Natalia sabía que aquella chica tenía muchas cosas que quería guardarse para ella, no la conocía de nada, pero la entendía, no iba a insistirle en nada.

- Bueno – se levantó del sillón que se encontraba cerca de la cama – creo que es mejor que me vaya y te deje sola.

Cogió su abrigo de la percha y se lo puso, después se colocó la guitarra en el hombro, y subió el mango de la maleta. Con dificultad, y cojeando aún un poco, abrió la puerta dispuesta a marcharse.

- Espera – le detuvo la voz de Alba - ¿Puedes quedarte un rato conmigo? – casi susurró.

Natalia volvió a cerrar la puerta levemente, se giró y le sonrió, asintiendo. Volvió a colocar sus cosas apoyadas en la pared, y se dispuso a sentarse en el mismo sillón de antes.

- Ven aquí – se incorporó un poco de la cama, quedando sentada, mientras daba pequeños toques con la mano a su lado. Natalia, dubitativa, se acercó y le hizo caso – gracias – le sonrió una vez llegó hasta ella.

- No hay de qué – sonrió – es lo mínimo que puedo hacer, después de haberte estropeado la huida.

Aquellas palabras hicieron que los ojos de Alba se tornasen tristes, se sentía tremendamente culpable, no podía evitarlo. Natalia tenía razón, si no hubiese sido por ella, ahora mismo se encontraría en cualquier parte del mundo, huyendo.

- Lo siento – susurró – no quería hacerte sentir mal – se disculpó

- No pasa nada – suspiró – si tienes razón. Estaba huyendo – se miró las manos.

- ¿Quieres contarme de qué? – preguntó con cautela. Alba la miró fijamente.

- No lo sé – cerró los ojos – de todo, supongo.

- A veces hablar con una desconocida de tus mierdas, ayuda mucho – le sonrió – yo no te voy a juzgar.

- Es que no sabría ni por dónde empezar – contestó con sinceridad – lo tengo todo para ser feliz, no sé por qué he tenido que hacer esto.

- ¿Pero eres feliz? – preguntó midiendo cada palabra.

- Sí – la miró – no – apartó la mirada – no lo sé – se encogió de hombros – debería serlo.

- Pero no lo eres – afirmó, Alba negó levemente con la cabeza.

- Me ahogaba – confesó – me ahogaba mi vida – hizo una pausa – todos a mi alrededor avanzaban en sus vidas, se casaban, tenían hijos, un trabajo estable, una pareja estable, una vida ya hecha – suspiró

- ¿Y tú no? – intentaba comprender

- Sí – susurró – yo también lo tengo, o tenía.

- ¿Entonces?

- No sé si eso es lo que quiero – la miró – no, no es lo que quiero – soltó sintiendo que se quitaba el mayor peso de su vida – no quiero esa vida para mí, no ahora mismo.

- Ya – asintió con la cabeza – Sabes que huir no sirve de nada, ¿no? Al final, tarde o temprano, los fantasmas acaban llegando hasta ti.

- Lo sé – tragó saliva – es una locura lo que iba a hacer, no tenía sentido – se lamentó – pero por un segundo, mientras corría por el aeropuerto, me sentí libre. Y me siento tan mal afirmando esto...

- No tienes que sentirte mal – acercó su mano hacia la de Alba, y le dejó leves caricias en su dorso con el dedo pulgar.

- Me siento tan desagradecida – confesó – lo tenía todo.

- Tenerlo todo no significa que tengas todo lo que tú necesitas – hizo una pausa – las personas cambiamos continuamente, Alba

- No quería hacer daño a nadie – una lágrima empezó a rodar por su mejilla – te lo juro, que yo hubiese aguantado mucho más, pero...no pude – comenzó a llorar – no pude decirle que sí.

Natalia no sabía exactamente a qué se refería, pero tampoco lo necesitó para saber que aquella chica no estaba bien. Se acercó a ella con cautela y la abrazó, ella apoyó su cabeza en su pecho, haciéndose cada vez más y más pequeña. Natalia le acariciaba el pelo con delicadeza, mientras la acunaba.

- Tranquila, Alba – trataba de consolarla – todo se va a arreglar.

- ¿Me acompañas esta noche? – dijo en un susurro casi imperceptible.

- Claro – le susurró y abrazó aún con más fuerza – no me voy a ir a ningún lado.

- Gracias.

Volvió a echarse a llorar, y Natalia trataba de contener las pequeñas convulsiones de su llanto como podía. Intentó tranquilizarla hasta que entendió que lo único que Alba necesitaba era que alguien estuviese ahí con ella, en silencio, acunando su llanto y dejando que toda la tensión que sentía se fuese disipando poco a poco.



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Hoy os he traído dos capítulos, porque me está yendo bastante bien escribiendo y así os puedo ir adelantando un poco de la historia. Me encantaría saber qué vais opinando, os invito a que me comentéis lo que os apetezca.

¡Gracias por leerme!

Al primer vuelo - ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora