EP 8: TENSIÓN Y NERVIOS.

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Los días siguientes pasaron demasiado deprisa, o eso sintieron ambas, que se habían pasado la mayor parte del tiempo buscando un piso de alquiler que no costase un riñón y medio, y no estuviese comido por las ratas.

Alba ya había recibido el alta médica y se encontraba en perfecto estado, no quedaba ni rastro de la muleta que había sido su fiel compañera durante varios días. Natalia, por su parte, había estado lidiando con el sentimiento de decepción y asco que le había dejado el último encuentro con Eva. Todavía no era capaz de comprender cómo aquella mujer había conseguido engañarla de tal forma. Su visión de la pelirroja era totalmente opuesta a lo que mostró. Se sentía estúpida.

Por suerte, y por casualidades de la vida, ambas se tenían y cuando una flojeaba, ahí estaba la otra para cogerla de los brazos y tirar para arriba. Se habían unido más de lo que ninguna hubiese imaginado. Estaban creando una amistad tan bonita e inesperada, que ya sólo por eso, estaba mereciendo la pena pasar por todas las calamidades que tenían encima.

Después de varios días buscando sin descanso, por fin encontraron un piso que se adaptaba a las necesidades de Alba, tenía todo lo que necesitaba, y como extra, se encontraba muy cerca del piso de Natalia. No obstante, no todo era color de rosa, ya que, con la gran hazaña de encontrar piso, llegaba uno de los momentos que más angustia le producía a la rubia. La temida conversación con su ex novio, que no sabía cómo estaba, y no sabía cómo iba a comportarse con ella, ni si la iba a entender o si directamente iba a mandarla a la mierda sin querer siquiera una explicación.

No paraba quieta. Estaba atacada. Había ordenado su armario dos veces, primero juntando la ropa por colores y luego según su uso. Después, fregó toda la casa, puso la lavadora y tendió. Pero Alba seguía con esa angustia que no la dejaba tranquila.

Hizo caso a su conciencia. Tenía ya el móvil en la mano, miró aquellas nueve cifras un momento, como para darse fuerzas para hacer lo que tenía que hacer. Aquella simple acción le estaba costando más de lo que creía, para ello tenía que luchar contra su orgullo, que no era precisamente pequeño.

Un, dos, tres tonos...y cuando iba ya a despegarse el móvil de la oreja, descolgaron el teléfono al otro lado.

- ¿Sí? – un escalofrío recorrió su cuerpo al volver a escuchar su voz.

- Hola Mario – contestó tímida, intentando acallar todos los pensamientos que volaban ahora mismo por su cabeza.

- ¿Qué quieres, Alba? – preguntó derrotado.

- Quería saber cómo estabas – tragó saliva

- ¿Cómo estoy? – preguntó irónico – después de dos semanas sin dar señales de vida, me llamas para saber cómo estoy.

- Lo siento – se sintió infinitamente culpable – no quería hacerte daño.

- Pues haberlo pensado antes – contestó tajante – no te reconozco, Alba.

- ¿Podemos quedar y hablar tranquilamente? – propuso.

- No me apetece hablar contigo – rechazó su propuesta – te he metido todas tus cosas en cajas, puedes venir a recogerlas cuando quieras – hizo una pausa – sabes a qué horas trabajo, así que preferiría que fuese cuando yo no estuviese en casa.

- Mario, no quiero que acabemos así...

- ¿Cómo quieres que acabemos, Alba? – preguntó dolido – me dejaste plantado, el día que me había atrevido a pedirte matrimonio, y no he vuelto a saber absolutamente nada de ti hasta hoy – suspiró – encima tienes la cara de decirme que le llamas para saber cómo estoy, cuando los dos sabemos que sólo quieres venir a recoger tus cosas y volver a irte.

Al primer vuelo - ALBALIAWhere stories live. Discover now