EP 31: NATALIA.

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**Anotación: He escrito este capítulo con esta canción de fondo, que le va que ni pintada a la historia. Por si os apetece leerlo también con ella.


Madrid, 29 de Agosto de 2026

Oficinas de Universal

- Tienes un contrato con nosotros, no puedes anularlo así como así – me comentaba – además antes del accidente, tu single ya iba a empezar a sonar en las radios. La gente está como loca esperando esa canción – se movía por la habitación - ¿tú sabes el dinero que ganaríamos? ¡La vuelta de Natalia Lacunza después de casi morir! – levantaba los brazos.

- No quiero tener nada que ver con vosotros – comenté envuelta en ira - ¡me habéis destrozado la vida! – grité.

- Natalia, por favor – suspiraba desesperado – no vas a tener dinero para pagar la multa, te vas a arruinar – me amenazó – además tu novia no quiere saber nada de ti, ¿en serio vas a tirar por la borda tu carrera por una persona así?

- Mira – me levanté como un resorte, y le agarré por el cuello de la camisa – ni se te ocurra hablar así de Alba, hijo de puta – le empujé contra la pared – ¡tú y tu puta discográfica mandasteis borrar todo lo que vinculase a Alba con mi vida! – gritaba ya fuera de mí.

- Eso fue cortesía de tus padres – sonrió.

- Eres un cabrón – y sin más, le aticé un puñetazo en la cara, rompiéndole el labio.

- Jamás te va a encontrar – dijo mientras se llevaba la mano al labio – vas a vivir en la calle, arruinada y jamás se va a acordar de ti – empezó a reírse.

- Se acabó – le empujé y le tiré al suelo – me voy de esta puta mierda de discográfica, ponedme la multa que os salga del coño. Pero con mi música no vais a ganar ni un puto duro.


***


París, 15 de Mayo de 2027

Habían pasado ya nueve meses desde aquella discusión con Joe, cuando puse fin a mi contrato con Universal, la discográfica a la que siempre había soñado pertenecer. Vagaba por las calles de París, con mi guitarra a cuestas, lo único de valor que me quedaba. Me sacaron todo el dinero que pudieron, me dejaron vacía. Había perdido mi casa, el coche, todo el dinero que tenía ahorrado en el banco, e incluso la indemnización que me dio la empresa aérea después del accidente. Me había quedado sin nada, estaba en la ruina. Sobrevivía a base de la miseria que ganaba tocando en bares de mala muerte, pidiendo limosna en la calle, o vendiendo alguna que otra copia de mi disco.

Mi disco. El último intento a la desesperada porque Alba me recordase, y al que ni siquiera podía sellar con mi nombre original, porque Universal se había quedado con todos los derechos de ese nombre artístico. Conocí a Pablo en un callejón de París, él pasaba coca y yo ya no tenía nada que perder. Me vio débil, llevaba una semana a base de la poca comida que conseguía en los cubos de basura, con la misma ropa desde hacía tres semanas, porque mi maleta me la robó un desgraciado una noche que me quedé dormida debajo de un puente que, según él, era su zona. Olía fatal, y lo único que quería era desaparecer. Gastar el poco dinero que había ganado ese día en cocaína me pareció la mejor opción.

- No te voy a vender nada – comentó.

- ¿Por qué? Te puedo pagar – metí mi mano sucia en el pantalón roto, rebuscando las monedas con dificultad, estaba muy borracha.

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