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— ¿En qué piensas, mi bella flor? —susurró en su oído.
Las mantas los acobijaban y las velas proporcionaban una tenue y cálida luz en aquel espacio. La noche había estado acompañada de besos, caricias y palabras de amor. No habían llegado a nada más, y no lo harían hasta su noche de bodas, pero eso no evitaba que Robb Stark se escabullera a la tienda de la joven cuando tenía oportunidad.
— No es nada. —mintió. Las palabras de Lady Stark aún rondaban en su cabeza y empezaba a sentirse culpable.
Robb la miró dudoso, como si pudiera leer su mente y saber que estaba mintiendo.
— ¿Cuándo partirás? —cambió el tema para evitar que empezara a interrogarla.
— Todo depende de lo que pase con Lord Frey mañana.
Lena hizo una expresión que parecía una mueca de desagrado.
— No confió en Walder Frey.
— No confías en nadie. —se burló el chico.
— Y tengo razón. —dijo, y pensaba que era hora de que Robb hiciera caso a sus advertencias— Es un hombre repulsivo, ambicioso y poco confiable.
— ¿Quién te dijo eso?
— Oberyn.
Robb soltó una pequeña risa: —Claro que si.
— Walder Frey pedirá algo a cambio. —aseguró.
— ¿Oberyn también te lo dijo?
Lena giró los ojos y tomó al chico del rostro causándole sorpresa. Estudiar a las personas, era una de las cualidades de las cuales la princesa podía presumir. Doran Martell se había encargado de darle la mejor educación y eso implicaba que conociera a todas las Casas existentes a la perfección.
— No confíes en los Frey. —pidió. Pocas veces Robb la había visto tan seria, y cuando eso pasaba sabía que debía escucharla.
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— Es el abanderado de mi abuelo, ¿no podemos esperar su apoyo? —cuestionó el joven Stark.
A lo lejos podía divisar Los Gemelos. La princesa no era la única en desconfiar de Lord Walder, Catelyn, Ser Rodrik y Lord Umber advertían a Robb de lo mismo.
