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La chica forcejeaba con todas las fuerzas que poseía hasta que cayó de espaldas contra la cama. Era ilógico que pudiera ganarle, él tenía mucha más fuerza que ella, pero aún así no dejaba de defenderse.
— ¡Suéltame!
— Mi padre me ha dado su permiso para divertirme contigo como yo quiera. —dijo Ramsay posicionándose encima de ella— Ahora veo porque Robb Stark estaba loco por ti.
Luego de escuchar su escalofriante carcajada, llevó sus manos al borde de su vestido y lo rasgó, dejando parte de su piel al descubierto. Lena lloraba tan solo al imaginar lo que él planeaba hacer con ella.
— Te mostraré lo que es un hombre de verdad. —decía de forma altanera y dispuesto a romper su vestido por completo.
— Tú nunca serás ni la mitad de hombre de lo que Robb fue. —junto todo su valor para poder decir aquellas palabras. Si Ramsay creía que podía romper su espíritu, estaba muy equivocado.
La mirada del bastardo se oscureció y la sonrisa burlona que tenía desapareció, mostrando la enorme ira que sintió. Golpeó a la chica y de su labio comenzó a caer un hilo rojo de sangre. Lena sobo su mejilla pero lo miró más orgullosa que nunca. Ramsay sólo podría humillarla si ella lo permitía, y no estaba dispuesta a hacerlo.
— M-mi señor. —le llamó Theon con voz temblorosa— Su padre lo busca.
Ramsay la miró una vez más, no sin antes advertirle que volvería. Cuando él desapareció, fue entonces cuando Lena se permitió sollozar y derramar lágrimas que antes estaba conteniendo. Tomó la parte rota de su vestido intentándose cubrirse, se aferraba a el como si fuera lo único que tenía en el mundo.
¿Cuanto tiempo más debía ser fuerte? Las esperanzas y energías la abandonaban cada vez más y no sabía cuanto podía soportar.
Sintió un calor envolverla cuando una manta cayó sobre su delicado cuerpo. Alzó la mirada encontrándose con Theon, con sus manos temblorosas y su expresión avergonzada trataba de cubrirla. Estiró sus brazos de forma tímida, y Lena permitió que el chico la envolviera en sus brazos para consolarla.
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— Tú violaste a mi hermana, la mataste y mataste a sus hijos. —decía el príncipe dorniense, al verse frente a Gregor Clegane, el mismo que había atormentado sus sueños desde hace años— Dilo ahora y podremos terminar con esto rápido.
La Montaña no respondió, tomó su espada con firmeza y se abalanzó contra Oberyn. Tal vez creyó que sería fácil, pero no contaba con las extraordinarias habilidades de la Víbora Roja, definitivamente las historias que contaban sobre él no le hacían justicia. Incluso se permitía alardear frente a los Leones, incluso Jaime estaba sorprendido.
