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Lena se adentró en la pequeña habitación que era usada como celda para los pequeños prisioneros. Para ella era una clara barbaridad, eran sólo unos niños, no merecían estar encerrados.
— Tú eres la esposa de Robb Stark. —le dijo el mayor de ellos.
— Así es. —le respondió haciéndose lugar en la orilla de la cama.
— ¿Es verdad lo que dicen de él? —el menor permanecía detrás de su hermano, pero aún así se mostraba curioso.
— No lo sé, ¿Qué dicen de él?
— Cuentan que de noche se puede convertir en lobo, y que se come la carne de sus enemigos.
Lena no pudo evitar sonreír, los niños se veían totalmente emocionados y a la vez aterrorizados por la leyenda del Joven Lobo. No tenía idea que su esposo tuviera una imagen tan atemorizante cuando ella lo veía como un cachorrito.
— Todo es cierto. ¿Cómo te llamas?
— Martyn Lannister.
— Bueno, Martyn, no tienes que temer. Mi esposo no come niños. A menos que haya luna llena.
Los niños abrieron sus ojos con asombro, pudo notar que Willem, el menor, jalaba la manga de su hermano con una mirada de "lo sabía".
— No hay luna llena esta noche, ¿verdad? —le preguntó a uno de los guardias, él negó entrando al juego de la princesa— ¿Ya ves? No tienes nada que temer.
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Robb se encontraba en la cama, con sus manos cruzadas detrás de su nuca y su camisa ligeramente abierta mostraba parte de su pecho. Su mirada recorría la figura femenina que se encontraba frente a él, en como desbarataba su peinado y pasaba el cepillo por su largo cabello.
Lena sintió su insistente mirada y cuando se giró se encontró con esos profundos ojos azules. Le encantaba la forma en la que la miraba porque la hacía sentir nerviosa pero a la vez la mujer más hermosa del mundo. Dejo el cepillo plateado sobre la mesa y camino lentamente hacía él, extendiendo su cuerpo por el lado vacío de la cama. Robb no perdió el tiempo y tomándola por la cintura la atrajo hasta él, haciendo la distancia escasa.
— Me dijeron que alguien ordenó llevarles comida a los niños Lannister. —le comentó, alzando una ceja y esperando una respuesta.
— Si quieres saber quien fue, claro que fui yo. —admitió sin problema alguno.
Por un momento quiso reír pero pudo notar la expresión de su esposa, como queriendo decirle algo. Así que sólo espero.
— Sabes, eres mi esposo y mi rey, lo que significa que respeto tus decisiones...
