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La mañana húmeda de aquel caluroso verano, hizo a los habitantes del reino de RyuuMoon movilizarse desde antes que el sol reluciéra en el cielo. Jóvenes, adultos, niños y ancianos se encontraban realizando parte de sus tareas diarias. No habría descanso para ninguno de ellos, hasta que no llegara el atardecer.

La belleza del Reino escondido entre las cuatro montañas a millas del mar, no era cuestionada por ningún viajero, para el mundo exterior eran un pueblo rico y en crecimiento, "Los habitantes maravilla" les llamaban, "Los bendecidos por la luna" proclamaban, esto sin siquiera acercarse y ver realmente la desdicha con la que crecían, porque eran todo, menos benditos.

No trabajaban por qué quisieran, sus sonrisas arcaicas y los movimientos cansados transmitían algo completamente diferente. Los habitantes de RyuuMoon eran esclavos del miedo y de la incertidumbre, ya que estaban conscientes que un día simplemente podrían morir a manos de aquel que había jurado protegerlos. Su rey.

El carruaje elegante color negro, con detalles en dorado y terciopelo rojo, se alzó con vehemencia en las calles de la ciudad, iba directo al castillo que se encontraba en la cima de la montaña más alta, las personas al verlo salieron de su camino horrorizados "El Rey había regresado"

—¿Qué es ese aroma? —dijo la voz cansada por el largo viaje dentro del carruaje, sus ojos oscurecidos, ignoraban lo que sucedía fuera del carruaje.

El guardia que estaba frente a él olfateó el ambiente sin cambiar su semblante serio y formal, uno que era característico de todos los soldados que servían al castillo.

—Es pan mi rey—respondió con rapidez, siendo consciente de que a su señor no le gustaba esperar por una respuesta.

—Quiero de eso—dijo con simpleza.

—Señor, está hecho por los plebeyos, puede enfermar...las órdenes...

—Lo quiero ahora—no tuvo que levantar la voz para dar a entender que era una orden directa—. Si me enfermo, morirás.

El hombre asustado miró a su rey y cómo este formaba una sonrisa burlesca, entonces, ordenó parar el carruaje. —Regreso enseguida mi señor.






















Preparar la harina, cortar la fruta, calentar el horno de piedra, amasar, darle forma y hornear. Los pasos que Jimin se repetía una y otra vez. Meticuloso como era desde niño, todo tenía que salir a la perfección.

Amaba el trabajo que realizaba, no le importaba tener que levantarse temprano y dormir con los pies adoloridos e hinchados, o que sus manos hayan dejado de ser suaves para un doncel.

El dinero que ganaba era poco pero servía para ayudar a su padre. Sus manos y brazos estaban hechos para producir. Suspiró, la noche anterior se había quedado ayudando a su madre a limpiar la fábrica de su padre, así que estaba muy cansado, su cuerpo se movía con pesadez y a penas podía mantener los ojos abiertos.

La campanilla de la puerta sonó lo cual le pareció extraño, nadie venía tan temprano, a esa hora, los habitantes del reino se encontraban comenzando sus labores o abriendo sus negocios.

—Bienvenido—sonrió al hombre, antes de darse cuenta quién era.

No fue difícil para él identificar que se trataba de un general de la guardia real, el emblema en su traje y la espada en su cinturon lo enfatizaban. El nerviosismo fue instantáneo, el miedo recorrió sus venas con fervor, que un general clase C se presentará en el pueblo era una mala noticia, mucho más si lo hacía específicamente en un negocio, pensó de inmediato en su padre.

El Rey De La Muerte *Yoonmin*Where stories live. Discover now