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Era una mañana fría, apenas amanecía, los cielos se tornaban de un azul claro, Yoongi, había salido muy de madrugada después de darle un beso a Jimin en la frente, el viaje no tuvo dificultad alguna, todo se llevó en calma, se mantenía en la frontera revisando con los generales las últimas actualizaciones, después de los ataques, quería cerciorarse personalmente de todo.

Llevaba un gran abrigo y unos guantes negros que Jimin le había obligado a usar, sería muy irónico que sus contrincantes supieran que su esposo lideraba la mayoría de sus decisiones. Llego resignado, ese dia en específico tenían un mal presentimiento.

Era una sensación extraña, una que hace mucho tiempo no sentía, se acuñaba en su pecho y comenzaba a extenderse, haciendo que tuviese ese peculiar escalofrío en la nuca, estaba seguro de que algo pasaría, pero ¿Qué? Esa era la pregunta que lo mantenía atento.

Caminaba cerca de la muralla, los bosques oscuros, por ser tan temprano parecían sombras tenebrosas que se alzaban desde la tierra. Imponentes, así describía a la naturaleza, aquellos enormes árboles podrían ser una salvación en batalla, pero también, una perdición. 

—Todo está demasiado tranquilo señor—dijo Zico con seriedad —. Minho dice que no han hallado la ruta de entrada de los rebeldes, tiene a sus hombres trabajando arduamente.

—Bien—respondió con firmeza —. Debemos ponernos en marcha, aún tenemos que ir a la muralla este. ¿Lo sientes?

El hombre a su lado asintió. —La calma antes de la tormenta, debemos salir de aquí señor, no me gusta esto.

Yoongi se dio la vuelta confiado, porque ¿Qué le podría pasar en aquel campo rodeado de sus hombres? Nada, excepto claro que uno de ellos no le sirviera.

El dolor punzante no se hizo esperar, su carne se desgarro al igual que su ropa, paró en seco y abrió los ojos al ver su hombro derecho por donde sobresalía la punta de una flecha plateada.

La impresión le hizo temblar, miró sobre su hombro y vio a sus hombres movilizarse atrapando a dos quienes portaban el uniforme de su gente. Cayó de rodillas y sólo así se dio cuenta que también tenía una flecha enterrada en el tobillo izquierdo. Su vista se estaba nivelando, el dolor apabullante hizo que apretara la mandíbula.

—¡El rey está herido!

En lo único que pudo pensar antes de caer inconsciente fue en Jimin.










Un extraño presentimiento se alojó en su pecho, sintió ansiedad y miedo, jamás había experimento algo así, se puso de pie con el corazón desbocado y con náuseas. KyungSoo y Nayeon, quienes se encontraban a su lado esa mañana le miraron con preocupación.

—¿Jimin estas bien? —pregunto KyugSoo posicionándose a su lado, tomó su hombro e intentó que le mirara, pero Jimin parecía perdido.

—Yo...no lo sé —susurró con una mueca, su mano fue a parar a su pecho, donde algo dolía, tanto, que sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

A lo lejos escuchó a la gente movilizarse, algo no andaba bien y lo sabía, así que sin dudarlo y con el corazón desbocado, salió de la sala de estar acompañado de sus amigos quienes le siguieron de cerca. Jimin corrió, sin importarle su seguridad, mientras las trompetas sonaban en una melodía que jamás había escuchado, pero que le erizaba la piel.

Llegó a la puerta principal, de esta  entraron los generales cargando a alguien que gritaba con dolor, pudo identificar aquellos lamentos y sus ojos se abrieron por la sorpresa y el miedo. Se acercó corriendo con el corazón en la mano y con múltiples pensamientos, su cabeza era una maraña, ni siquiera podía pensar coherentemente.

El Rey De La Muerte *Yoonmin*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora