Cap. 2

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Caminamos un par de calles en silencio, hasta llegar a una pizzeria. Paramos delante y Dean me miró, como pidiendo permiso. Me encantaba la pizza, así que asentí, y entramos en el local. Aquel local sin duda te transportaba a la mismísima Italia. Un camarero se nos acercó y nos sonrió.

- Buonasera -dijo con acento italiano-, ¿mesa para la pareja?

- Sí, por favor -respondió Dean.

- Siganme, por favor -cogió dos cartas y nos llevó a una mesa que había en un rincón. Antes de sentarme, me fije en las fotografías que habían colgadas en ese lado de la pared-. ¿Quieren que les traiga la bebida mientras piensan que van a tomar?

- Claro, vino de la casa, por favor -después Dean me miró a mi-. ¿Te parece bien?

- Sí, claro. Vino está bien.

El camarero desapareció y nos pusimos a mirar la carta. ¿Pareja? ¿Como que pareja? ¿Enserio parecíamos pareja? Si mas bien él es un Adonis, y yo... Bueno, yo soy Kate. Levanté la vista unos segundos de la carta y le miré a él. Llamarle Adonis es poco. Además, a quien le cuente que estoy cenando con un completo desconocido, no me cree. Dejé de mirarle y volví mi vista a las fotografías de la pared. Mujeres haciendo pizzas en hornos de piedra tradicionales, hombres recogiendo la mejor uva para hacer un excelente vino...

- Kate, ¿sigues aquí? -la voz de Dean me trajo de nuevo al presente. Le miré y vi que tanto él como el camarero me estaban mirando-. ¿Has decidido ya qué quieres cenar?

- Eh, esto sí... -empecé a balbucear y a mirar la carta de nuevo-. Yo quiero una prosciutto, por favor.

El camarero apuntó mi pizza, cogió las cartas y se fue. Dean cogió el vino y me sirvió a mi, y después a él. Después cogió la copa y la alzó.

- Un brindis -dijo-, un brindis por una cita con reglas totalmente diferentes.

Reí, cogí mi copa y brindé con él. Le di un sorbo al vino, y creía que me moría: era el mejor vino que había probado nunca.

- Esta buenísimo -solté en un susurro.

- Sí que lo está -dijo Dean sonriendo-. Y bueno, cuéntame algo de ti.

Que le cuente algo de mi, me repetí a mi misma. Resoplé. ¿Qué le cuento yo ahora?

- Pues, no sé... Pregunta cosas más exactas.

- ¿Cuantos años tienes?

- ¿Después me preguntarás si tengo novio? -Dean esbozó una sonrisa-. Tengo 24 años.

- Podría ser tu padre -levanté las cejas, y Dean rió divertido-. Es broma. Te saco unos pocos, pero no tantos: yo tengo 27 -yo asentí, y él se quedó callado, mirándome fijamente-. ¿Y tienes novio?

- ¿Y tú novia?

- ¿Te crees que si tuviera novia estaría teniendo esta agradable cita contigo?

- ¿Por que no? Solo es una cita, como amigos. ¿Por que sabrás lo que significa el concepto amigo, verdad? -Dean volvió a reír divertido, y he de admitir que tiene una bonita risa-. Me alegra saber que te lo estás pasando bien.

Reí también, ya que me contagió su risa, y bebí un poco de vino.

- Y dime, ¿por qué tanto pánico en cuanto a citas con chicos?

Dejé de beber, y puse la copa en la mesa. La miré detenidamente, y después a él. 

- Aquí tienen las pizzas, amici -dijo el camarero dejando los platos-. ¡Buon appetito!

Cita a ciegasWhere stories live. Discover now