Cap. 19

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El chófer estacionó delante de mi bloque, me bajé, igual que Bernard, y fui hasta el portal. Cuando llegué, me giré y le miré.

- Gracias por no dejarme sola en la galería -dije sonriendo.

- Fue todo un placer -sonrió, y me apartó un mechón de la cara-. La semana que viene estaré en la galería preparando mi próxima exposición. ¿Querrás venir?

- ¿A la exposición?

- No, a ver las obras antes que nadie.

- ¿De verdad? -Bernard asintió-. Dime cuando y a que hora, y allí estaré.

- El viernes llegan y empezaremos a montar la exposición. Pásate sobre las siete.

- Allí estaré.

- Perfecto -me dio un beso en la mejilla y se fue hacia su coche.

El coche arrancó, y yo suspiré. Iba a girarme para abrir la puerta, cuando Greg apareció y me la abrió.

- Buenos días, señorita Kate -dijo sonriendo.

- Buenos días Greg -entré en el bloque y fui directa al ascensor.

Cuando llegué a mi planta, abrí la puerta del ascensor, pero me quedé quieta buscando las llaves en el bolso. Era pequeño, pero no encontraba las llaves. Estaba caminando, y cuando las encontré levanté la vista, y frené de golpe. Dean se levantó del suelo, y me miró. Me fijé, y tenía una herida en el labio y un moratón en el pómulo izquierdo.

- ¿Qué te ha pasado? -pregunté, sin moverme del sitio.

- Un pequeño desacuerdo. Nada importante.

- ¿Brenda a vuelto a hacer de las suyas? -dije acercándome a la puerta, y pasando por su lado.

- Estaba muy preocupado por ti. ¿Donde estabas?

- Tienes carmín rojo en la mejilla. Y en el cuello de la camisa -dije señalandole. Se limpió, mientras yo abría la puerta de casa.

- No me has contestado -dijo.

- ¿Sabes? Tenias razón -me giré y le miré-. Ha sido una noche inolvidable, tanto para ti como para mi. Tú has estado con Brenda, y yo con Bernard. Al menos hemos disfrutado los dos.

- Espera -me dijo mientras entraba en casa-, déjame explicártelo. Por favor.

Me quedé en la puerta, mirándole. Sabia que me arrepentiría de esto, lo sabia. Pero tenia que poner en practica el consejo que yo misma le di a él:  Guíate por tus impulsos, ellos saben realmente lo que quieres, me dije a mi misma, así que me aparté de la puerta y le señalé con la cabeza para que entrase. Cuando entró, cerré la puerta y suspiré.

Dean se sentó en el sofá, y yo me quedé de pie, cruzada de brazos. Cogió aire, y me miró, pero antes de que hablara él, me adelanté yo.

- ¿Sabes lo cabreada que estoy?

- Me lo imagino...

- No, no te lo puedes imaginar. Es la segunda vez que me lo haces, Dean. La primera fue porque una zorra te llamó para echar un polvo, y anoche la zorra de tu ex te engatusa. ¡Casi os lo montáis en la galería!

- ¿De que estas hablando? -dijo levantándose.

- Os escuché. A ti y a Brenda. Y no me vengas con que no era lo que parecía, porque a los minutos os vi saliendo de la galería agarrados de las manos. Y ahora me vienes con que estabas muy preocupado por mi. ¡Já! ¿Estabas igual de preocupado mientras te la tirabas? -escupí.

- ¿Que tal si dejas de sacar tus propias conclusiones y me dejas explicarte lo que realmente pasó?

- La verdad, no quiero saberlo. Me dejaste tirada, Dean. Y si han sido dos veces puede haber una tercera.

- No me voy a quedar aquí para que no me dejes explicarme.

- Pues no te quedes. Seguro que Brenda estará deseando tener un polvo matutino.

Dean se acercó a mi, y me miró fijamente.

- Me la tiré, sí. Y también tengo estas magulladuras por su culpa. ¿Quieres oír tenias razón? Está bien: Kate, tenías razón. Pero fuiste tu quien me dijo que me guiara por mis impulsos, y eso fue lo que hice.

Pasó por mi lado y salió de casa. Touché, pensé.

Estaba en la cocina preparándome un café cuando picaron a la puerta. Fui a abrir, y me encontré a Christie con dos bolsas.

- Se te ha olvidado llamarme -dijo entrando en casa.

- Tienes llaves, ¿por qué picas?

- ¿Tal vez porque voy cargada? -dijo dirigiéndose a la cocina. Entré y vi que dejó las bolsas en la encimera.

- ¿Qué es eso?

- Provisiones.

- ¿Para qué?

- Para hoy. He traído comida para alimentar a todo un ejercito -dijo sonriendo.

- ¿Quieres un café? -Christie asintió y le preparé un café.  

Salimos al comedor y nos sentamos en el sofá. Christie sacó un paquete de galletas, y bebió de su taza de café.

- ¿Donde te metiste anoche?

- He estado con Bernard. Y sí, Bernard el fotógrafo -dije adelantándome a Christie, la cual se quedó boquiabierta.

- ¿Y que ha dicho Dean?

- ¿Qué va a decir?

- Ayer estaba muy preocupado por ti. Me llamo a las cuatro de la mañana como un desesperado.

- Christie, se fue con Brenda, dejándome tirada. Otra vez. Por eso me fui con Bernard, porque fue él el único que me hizo compañía en la galería.

- ¿Quien es Brenda?

- Su ex. Una ex que, por lo que me contó, le hizo mucho daño. Incluso ha aparecido esta mañana con unas magulladuras en la cara y...

- Espera, ¿quien ha aparecido?

- Dios Christie, estás espesa. Te lo contaré todo, sin detallar. Estábamos en la galería, Dean vio a Brenda, su ex. Se fue con ella a hablar, y yo conocí a Bernard. Después me fui a buscar a Dean, y les escuché hablar, y parecía que se lo fueran a montar en la galería.

- ¿Y lo hicieron?

- No. Bernard volvió conmigo, y me fui con él a su hotel. 

Y me callé. Bebí de mi café, y Christie se me quedó mirando.

- ¿Y que más?

- No te voy a contar con pelos y señales mi polvo con Bernard.

- Que pena... Pintaba interesante -dijo riendo-. Bueno, ¿y esta mañana qué?

- Cuando he llegado a casa, Dean me estaba esperando. Tenía manchas de carmín en la cara y en el cuello de la camisa, y un par de magulladuras en la cara. Culpa de Brenda, dice.

- ¿Le ha pegado?

- No sé, lo único que sé es que por ella se metió en problemas, y que anoche los volvió a encontrar dichos problemas.

Cita a ciegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora