Cap. 32

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Estaba tumbada en la cama, boca arriba, observando el techo. Y pensando en Dean y su conversación. Con lo que me había costado olvidarme de él, maldita sea. Miré el reloj, y era de madrugada.

- Y yo mañana tengo que madrugar... -susurré.

Me giré en la cama, y vi el móvil encima de la mesita. Estaba tentada a cogerlo y llamar a Dean, pero no sabía si era o no una buena idea. Entonces me asaltó a la mente la frase que me dijo la primera vez que nos vimos: Quien no arriesga, no gana. Y perdiendo también se gana.

- A la mierda.

Y sin pensármelo más, estiré el brazo, cogí el móvil y marqué el numero de Dean. Esperé ansiosa a que contestase, pero me sentí un poco culpable por si le despertaba.

- ¿Si? -era Dean. No contesté, las palabras no me salían-. ¿Kate?

- Hola -dije al fin, sin aliento.

- ¿Pasa algo? -sonaba preocupado.

- Solo que no puedo dormir -dije suspirando.

- Yo tampoco.

- Tengo que hablar contigo. ¿Puedes venir a casa?

Esta vez fue él quien no contestó. Me mordí el labio, rezando para que dijera que sí. Después de lo que me pareció una espera interminable, contestó.

- En diez minutos estoy allí.

Picaron a la puerta, y me levanté dela cama para ir a abrir. Abrí, y era Dean. Fuimos hasta el comedor, y nos sentamos en el sofá, uno frente al otro. Yo subí mis piernas, y las crucé en plan indio. Cogí aire, y me dispuse a hablar.

- Tenía que decirte algo que no te he dicho antes -Dean me miró.

- ¿El qué?

- Tienes que saber algo, para que así entiendas mi reacción hacia tú hobbie -Dean seguía mirándome. Cogí aire y agaché la cabeza-. Cuando era pequeña, mi padre nos abandonó a mi madre y a mi. A causa de eso, mi tío cuidó de nosotras. Él siempre estaba jugando a las cartas, en especial al póquer, y yo era muy curiosa. Hasta que un día, me sentó con él en una mesa y me dijo "hoy te enseñaré a jugar a las cartas". Yo reí, y le contesté que ya sabía jugar a las cartas. Él me miró serio y me dijo "a las cartas, no al póquer". Todos los días, cuando llegaba del colegio, nos poníamos a jugar. Ya podía llover, nevar o tronar. Estuviera malo o no, siempre me esperaba en aquella mesa con su baraja, sus fichas y su gran sonrisa. Los años pasaban, y yo lo fui dejando un poco de lado, excepto él. Él seguía jugando, hasta hace un par de años, cuando murió -Dean me cogió la mano y le miré. Tenia todos los músculos de su cuerpo tensos-. Estaba en una partida clandestina, le acusaron de hacer trampas y le pegaron un tiro -lagrimas amenazaban con salir, hasta que lo hicieron-. Ni siquiera le dejaron explicarle que él no estaba haciendo trampas -con la mano que tenia libre me sequé los ojos-. Lo que me dolió no fue verte sentado en aquella mesa, fue verte en el estado que estabas a los dos días. Sé que es tu vida y haces lo que quieres, y yo no te voy a pedir que lo dejes. Lo único que te voy a pedir es que vayas con cuidado. Por favor.

Dean apretó mi mano, y yo le miré. Suspiró, y sonrió débilmente.

- Tú también necesitas saber algo de mi.

- ¿Hay más? -pregunté asustada, y él sonrió.

- Sí, pero puedes estar tranquila. Quiero que sepas el porqué a todo esto. ¿Estás lista? -yo asentí-. Empecé en este mundillo simplemente por necesidad. Mi madre se puso enferma, y los tratamientos que necesitaba eran muy caros, así que empecé a jugar para ganar dinero y poder pagarlos. Cuando gané el suficiente, pensé en dejarlo, pero entonces conocí a Brenda, la cual me animó a seguir en este mundillo ya que ganaría mucho dinero. Le hice caso, y seguí. A día de hoy me ha ido bastante bien, y he ganado mucho dinero, demasiado y todo. Así que se podría decir que seguí por hobbie. Brenda no solo me animó a no dejarlo, también me animó a pelear. Pero prefiero no meterme en muchas peleas, ya que en mi trabajo no puedo aparecer cada dos días con la cara magullada. He intentado dejarlo muchísimas veces, pero no puedo.

- ¿No puedes o no quieres? -pregunté.

- No puedo.

- ¿Por qué no?

- Brenda es la nueva pareja de Owens.

Cuando oí esa frase, no se que se abrió más, si mi boca o mis ojos.

- ¿Owens es el jefe? ¿El jefe con el que Brenda te llevaba engañando? -Dean asintió-. Oh dios mio.

- Exacto. Cuando Brenda me animó a continuar, conocí a Owens, y empecé a trabajar para él. Tenía que ganar siempre todas las partidas o peleas, y de lo que ganase, la mitad me lo llevaba yo. Pero cuando les pillé juntos, empecé a hacerle perder mucho dinero. Dos de sus matones me pegaron una paliza memorable, y me dijo que todo lo que me importase me lo arrebataría, como Brenda. Y lo ha estado haciendo durante todo este tiempo. De ahí a que no te contase nada de todo esto.

Dean seguía agarrándome la mano mientras yo le miraba, sin decir nada. Era mucha información que asimilar. Demasiada. Pero lo que quería era la verdad, y aquí la tenía.

- ¿Recuerdas cuando te dije que no te enamoraras de mi porque no te quería perder? -asentí lentamente-. Pues el que se ha enamorado soy yo, y sigo sin querer perderte.

Aparté mi mano de la suya, y el me miró, frunciendo el ceñó. Me incliné hacia delante, agarrando su cara con mis manos y le besé. Sentí sus manos en mi cintura, apretándola. Nos separamos para coger aire, y le miré a los ojos, sonriendo.

- Pensé que nunca me dirías eso -dije mordiendo mi labio.

Dean sonrió y me besó. Pero entonces, se separó, y la que frunció el ceño esta vez fui yo.

- ¿Recuerdas también que te dije que nada de besos y caricias a no ser que me lo suplicaras? -dijo sonriendo de lado.

- Oh venga, cállate -dije volviendole a besar.

Me senté encima suyo, colocando una pierna a cada lado. Entonces, se levantó del sofá y yo enrollé mis piernas en su cintura. Nos dirigimos a mi habitación, pero paró en el pasillo, apoyándome contra la pared, aprisionandome. Nos separamos y le miré a los ojos con la respiración agitada. Siguió besándome y continuo su camino hacia la habitación. Me tumbó en la cama suavemente, y él se posó encima mio, sin dejar de besarme ni una sola vez. Le empecé a desabrochar los botones de la camisa, y él agarró la parte de abajo de mi camiseta y la levantó a la vez que yo levantaba los brazos hacia arriba. Aprovechó para terminar de quitarse él mismo su camisa y volvió a besarme. Desabroché torpemente el botón de su pantalón mientras él desabrochaba mi sujetador, e iba dejando un rastro húmedo de besos por mi cuello. Bajó sus pantalones y los míos a la vez, y una vez estábamos los dos en ropa interior, me senté a horcajadas encima suyo. Le miré a los ojos, y le besé. En un abrir y cerrar de ojos se deshizo de sus calzoncillos y mi tanga y me estaba penetrando suavemente. Besé sus labios de nuevo y le mordí su labio haciendo emparejar mis gemidos con los suyos. Seguía penetrándome muy suavemente mientras nuestras lenguas jugueteaban. Se tumbó hacia atrás y se dio la vuelta, quedando él encima mio. Me apartó un mechón de la cara y rozó mi labio inferior con su pulgar.

- Con que solo amigos, ¿eh? -dijo sonriendo y penetrándome de nuevo.

Cogió mis manos y las colocó por encima mio, y entrelazó nuestros dedos, y me embistió tan fuerte que nos hizo llegar al orgasmo juntos. Sonrió en mis labios, y yo puse mis manos en su nuca, besandole.

- Te lo dije -dijo acariciándome la cara.

- ¿El qué? -dije jadeando, recuperando la respiración.

- Que tendrías el orgasmo de tu vida conmigo -dijo riendo y volviéndome a besar.

Cita a ciegasWhere stories live. Discover now