Cap. 21

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Estaba delante de la puerta del piso de Dean, dudando en si picarle o no. Y así llevaba diez minutos. Piqué, y esperé. Esperé. Hasta que la puerta se abrió. Dean me miró desconcertado a mi, y a las bolsas. Las levanté, y le sonreí.

- ¿Puedo pasar? Traigo películas, pasta y helado -seguí moviendo las bolsas, hasta que bajé los brazos y suspiré-. Oye mira, lo siento, ¿vale? Me pasé contigo, fui demasiado dura y... -me callé, y le miré a los ojos, cosa que él también estaba haciendo.

- ¿Y...? -dijo con una sonrisa de lado.

- Y no te quiero perder -solté sin más.

Dean sonrió, enseñándome toda su dentadura, y se apartó de la puerta, dejándome entrar. Fui a la cocina y dejé las bolsas en la encimera, cogí el helado y lo guardé en el congelador. Cuando Dean entró, le di las películas y salió al comedor. Yo calenté la pasta, la puse en dos platos y cogí cubiertos. Salí al comedor y dejé los platos y los cubiertos encima de la mesita, y Dean fue a por las copas y el vino. Puse la película y me senté al lado de Dean.

- Espero que no te importe -me miró y yo señalé la televisión-. El laberinto del fauno -Dean negó con su cabeza, riendo.

Estábamos cenando y viendo la película, una buena excusa para no hablar. Pero parece que Dean tenía ganas de hablar esta noche.

- ¿Bernard te ha dicho que se iba?

- No -dije mirando película-. Somos amigos, solo. Cuando le he dicho que me había peleado con un amigo, automáticamente me ha dicho que fuera a hablar con él. Y aquí estoy -dije mirándole.

- Sí, aquí estás -dijo cogiéndome la mano y sonriendo.

Seguíamos viendo la película, y a Dean le empezó a sonar el móvil. Cogí el mando para pausar la película, pero Dean me lo quitó de las manos.

- No hace falta que la pauses -dijo dejando el mando en la mesita.

- Pero te vas a perder la mejor parte.

- La he visto mils veces. Ahora vengo.

Se fue a su habitación, cerró la puerta, y empezó a hablar. No se entendía muy bien lo que decía, salvo los tacos subidos de tono que iba soltando. A los veinte minutos, volvió a sentarse a mi lado. Le miré, y estaba mas serio de lo normal. Entonces sí que paré la película.

- ¿Qué pasa?

- Nada. Puedes poner la película de nuevo.

- No hasta que me digas qué pasa -Dean suspiró y me miró.

- Me ha llamado un amigo del gimnasio, diciéndome que tenía que ir ahora allí.

- ¿Por qué?

- Porque se ve que tiene una pelea de boxeo, y su entrenador no puede ir. Y como yo le ayudo de vez en cuando, dice que me necesita.

- ¿Y a que esperas para irte?

- ¿Me echas de mi propia casa?

- Algo por el estilo. Tu amigo te necesita. Así que ya puedes levantarte e ir al gimnasio.

- Eres la mejor -me dio un beso en la frente, se levantó del sofá y salió de casa disparado.

Decidí continuar viendo la película, y cuando terminó, me puse otra. Así hasta que me quedé dormida mientras veía la tercera película.

Escuché un portazo, haciéndome así sobresaltarme y despertarme. Mire la pantalla de la televisión con los ojos medio cerrados, ya que la luz me molestaba. Apareció Dean en el comedor y yo me levanté del sofá.

- ¿Qué haces aún despierta? -dijo dejando una bolsa en el suelo.

- Te estaba esperando -dije bostezando-. Aunque me he dormido, pero ya me he despertado -sonreí.

- Ves a dormir -dijo revisando su móvil.

- No, da igual. Ya me voy, solo quería asegurarme de que llegabas bien -dije acercándome a él.

- No, insisto. Ves a dormir.

- Pero...

- No, Kate. Estás muerta de sueño. Ya te irás mañana por la mañana.

- Está bien -fui hacia la habitación de invitados, pero antes de entrar, Dean me llamó-. ¿Y ahora qué?

- ¿A donde vas?

- Pues a dormir.

- Métete en mi cama. Es mas cómoda que el sofá cama de esa habitación.

Asentí y entré en la habitación de Dean. Me descalce, abrí la cama y me metí en ella. Me tapé, y no tardé ni cinco minutos en caer en el séptimo cielo.

El sonido de unos tacones me despertaron. Más bien, mis pensamientos cuando oí los tacones fue lo que me despertó. Abrí los ojos, y vi en la mesita de noche un reloj que marcaba las diez y media de la mañana. Salí de la cama, y vi a Dean que todavía seguía durmiendo. Sonreí, y acto seguido mi estomago rugió, así que decidí ir a preparar el desayuno.

Una vez en la cocina empecé a pensar qué hacer. Miré la hora, y busqué las llaves de Dean. Cuando las encontré, cogí mi monedero y bajé a la calle. Fui en busca de una panadería como una loca. Después de dar un par de vueltas, encontré una. Entré, y pedí cuatro cruasans. Luego, fui a una frutería y compré naranjas, plátanos y fresas. Cuando lo tenía todo, volví a casa de Dean. Abrí la puerta sin hacer ruido, y me metí en la cocina. Busqué los ingredientes para hacer las tortitas, y cuando los tuve todos, cerré la puerta para así hacer menos ruido. Hice la masa mientras la sartén se calentaba. Puse la masa en la sartén, vuelta y vuelta, y lista. Y así con tres mas. Corté los plátanos y las fresas, y lo puse encima de las tortitas. Primer plato listo. Busqué por toda la cocina un exprimidor, y resultaba estar en el armario mas alto de la cocina, al fondo. Genial. Cogí una silla, me subí a ella y empecé a apartar cacharros hasta alcanzar el exprimidor. Lo dejé en la encimera, y guardé los cacharros en su respectivo sitio. Corté las naranjas por la mitad, y las exprimí. Cuando tenía el desayuno casi preparado, fui a preparar la mesa grande. Llevé los cubiertos y dos vasos. Después saqué los dos platos de tortitas, la jarra de zumo y los cruasans. Volví a la cocina para hacer el café, y cuando estaba preparando el mio, la puerta de la cocina se abrió.

- Buenos días -dijo Dean rascándose un ojo y bostezando.

- Buenos días, ¿te he despertado? -dije tendiéndole su taza de café y saliendo al comedor.

- No, ha sido la olor a café -cuando llegamos al comedor, Dean miró la mesa, y luego a mi-. ¿Y esto?

- Como ayer tocaba cita y hacer algo que me gustaba a mi, he decidido hacerlo esta mañana: me encanta cocinar.

- Vaya -dijo sentándose en la silla y mirando la comida-. ¿Has echo todo esto esta mañana?

- Sí. Es algo simple y que está muy bueno.

- ¿Hasta los cruasans?

- No, eso he bajado a comprarlo -dije riendo.

Dean cortó un trozo de su tortita y se la metió en la boca. Masticaba lentamente, saboreandola, mientras yo le miraba mordiéndome el labio, expectante.

- Kate, te voy a decir una cosa: puedes venir a cocinarme siempre que quieras.

Cita a ciegasWhere stories live. Discover now