Capítulo Cuatro: Perdiéndose

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Noah

Desperté cuando un rayo de sol atravesó las cortinas delgadas que cubrían las ventanas y provocaban un ambiente cálido en la habitación.

Me senté en el sofá y miré por la ventana como el cielo hoy era azul.
Se escuchaban los claxons de los autos que pasaban en la calle de abajo y algunas veces helicópteros que rodeaban el lugar. Supongo que así vivían los humanos aquí.

En completo caos.

—Buenos días, nórdico.

Miré a mis espaldas y vi a Emily salir de su habitación con una playera deportiva y unos shorts que la cubrían hasta la rodilla.

—¿Cómo dormiste, Noah?

—De lado —. Bromeé y la vi sonreír.

—Buena respuesta.

Se acercó y se sentó a mi lado.

—¿Y tú? —. Pregunté cubriéndola con las mantas.

—Descanse como nunca antes —. Sonrió cerrando los ojos y recargándose en el respaldo del sofá.

—Me da gusto saber eso.

—¿Quieres desayunar?

—No puedo ser tan comodino contigo —. Comencé a negar y ella hizo lo mismo.

—Noah solo di sí —. Me miró—. No necesito explicaciones. Eres mi invitado y no tienes que decir nada, después de todo, tú salvaste mi vida ayer y es algo que no voy a olvidar.

—No lo hice con la intención de que tú me debieras algo —. Me sinceré.

—No se le llama deber sino agradecimiento.

Se puso de pie y caminó a la cocina para bajar de la repisa un par de platos de cereal.
Intentó bajar la caja de encima de la repisa y noté que no alcanzaba del todo, así que me puse de pie y le alcancé la caja.

—Gracias.

Ella siguió andando por la cocina y yo solo me senté en un banco tratando de no estorbar porque era más que evidente que yo no sabía qué hacer.

—¿Y ya tienes un plan para volver a Noruega?

—Aún no. Pero creo que seguiré caminando hasta llegar allá.

Ella me miró seria cuando servía la leche en un tazón y luego dejó el empaque sobre la mesa.

—¿Es una broma, cierto?

—Amm...

—Noah en serio —negó—, Noruega está al otro lado del mundo. No vas a llegar solo caminando.

—No, claro que no. Supongo entonces que nadaré.

—No es un juego —. Sentenció.

—No, no lo tomó así, en serio —. Negué inmediatamente.

Ella negó y me extendió el plato con cereal.

—Bien, supongo que está bien.

Tomé el plato y comencé a comer con ella en silencio, pero fue tan corto que la miré cuando dejó su cuchara en el tazón y me miró.

—Sé que dije que no necesitaba saberlo todo de ti, pero, ¿Es en serio que no me vas a decir nada, Noah?

—Créeme. Estás a salvo si no sabes nada de mí.

—Literalmente me salvaste la vida y te traje a mi casa, ¿No crees que si eres un delincuente debería saberlo?

—No soy un delincuente —dije bruscamente—, solo me perdí. Es todo.

El Ascenso De Un Alfa ©Where stories live. Discover now