Capítulo Dieciocho: Cicatrices

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Noah

—Emily.

Ella levantó su mirada cuando me paré en el umbral de la puerta y negó con la cabeza.

—¿Se marchó?

—Acaba de irse —. Asentí.

—¿Por qué no dejaste que me quedara, Noah? —espetó—, yo tenía tantas cosas que decirle a ésa mujer y tú ni siquiera me dejaste hacerlo.

—No quería peleas entre las dos porque yo mismo tenía que arreglar los problemas con ella.

—¿Entonces dime qué es eso de competencia?

—Mara y yo tuvimos un problema que ya hemos decidido arreglar. Está en el pasado y no tienes que saberlo.

—Por favor —dijo sarcástica—, yo la vi. Cuando llegamos ella estaba fuera del departamento como un halcón.

—¿Qué? —negué—, ¿Por qué no me dijiste nada?

—Porque creí que no era importante —murmuró—, pensé que era solo un curioso que miraba quien llegaba al vecindario.

—No puedo creerlo, ella ya estaba aquí —susurré para mí—, en verdad es una cazadora de temer. No pierde su objetivo.

—¿Es ella, no es así?

—¿Es qué? —. Inquirí.

—Es quien te perseguía y a quien tenías miedo a que te encontrara, ¿No?

—No, Emily. Yo ni siquiera sabía que ella estaba buscándome y sé que de hacerlo, no me lastimaría jamás.

—¿Por qué estás tan seguro? —. Cuestionó.

—Porque solo lo sé.

—No, tú me ocultas más y no deseas decirme las cosas.

—¿Soy yo quien oculta? —espeté—, ¿De verdad me vas a jugar esa carta de nuevo?

—¿De qué hablas?

—Dime algo, Emily —negué al entrar a la habitación y cruzarme de brazos—, ¿Por qué todo aquel que te conoce me advierte de ti? ¿Por qué todos me juran que una asesina siempre va a ser una asesina?

Ella me miró sorprendida, sin embargo, se puso de pie y me dio la espalda cuando trató de huir de mí. Pero no la iba a dejar. No ésta vez.

—No sé dé que hablas.

—Sí lo sabes —espeté y la tomé del brazo—, lo sabes perfectamente y sólo quieres escudarte de mí con la misma tontería de siempre.

—Noah, suéltame.

—Dime la verdad, Em —negué al soltarla sin ser brusco—, ¿Por qué me mientes?

—Yo no te he mentido —negó y trató de acercarse a mí pero no la dejé—, yo misma te dije que sólo conocías la mitad de mí. De mi historia.

—Entonces cuéntame la otra mitad.

—No es tan fácil, Noah.

—Estoy aquí —dije y me senté en la silla que estaba frente al tocador. La giré para permitir que viera a Emily y apoyé mis brazos sobre el respaldo—, dime ahora la verdad, Emily. Estamos sólos y te juro que te escucharé.

—¿Por qué haces esto?

—Porque tengo que estar seguro de que al llevarte a mi hogar voy a saber en verdad quién eres. Y no lo hago para juzgarte, Emily —negué—, lo hago porque al igual que tú me exigiste ser honesto contigo, quiero que tú lo seas conmigo.

El Ascenso De Un Alfa ©Where stories live. Discover now