Capítulo Veinticinco: Enemigo Natural

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Noah

Miré por la ventana de mi habitación como la Luna comenzaba a ponerse en su punto más alto y desde luego iluminaba ante mí a toda mi manada.

Siempre me había gustado la habitación que mis padres habían elegido para mí. Mientras ellos veían la parte de enfrente de la casa, yo tenía la vista trasera, justo el lugar por donde el resto de la manada se extendía cerca de los grandes lagos.
Siempre me había propuesto que la manada creciera pero más que eso es que me gustaría saber que no solo lo haría en cuestión de número sino de cultura.

Deseaba que mi pueblo se hiciera fuerte y que Månen de nuevo recuperara el brillo que alguna vez tuvo. Mi padre deseaba que éste lugar fuera un hogar para los rouge, para que se hicieran fuertes estando juntos y que ningún lobo fuera olvidado. Nos protegía y espero que yo pueda ayudarle.

Hoy Månen sería reabierta al mundo entero y yo sería presentado a la sociedad como el futuro alfa de la manada.

Ya faltaba muy poco para que mis padres decidieran hacerme a mí el nuevo alfa. Estaba a tan poco tiempo que ahora sí ya estaba sintiendo el verdadero temor de qué es lo que iba a hacer ahora que tuviera que hacerme cargo yo sólo, sin mis padres, de decidir qué es lo mejor para mi pueblo.

—Sé lo que piensas. 

Miré a mi madre entrar y sonreí. Llevaba puesto un elegante vestido de color beige que hacía ver su piel aún más blanca de lo que en realidad era. Su cabello estaba atado en una coleta elegante mientras que de su hombro colgaba un lazo dorado que simbolizaba que ella es la Luna de Månen.

—¿Y qué es lo que pienso ahora?

—¿Cómo es que por fin cumplo veintiséis años cuando a penas ayer tenía veinte?

Negué riendo y miré al frente cuando ella se detuvo a mi lado.

—En realidad pensaba en cómo debería caminar con mi nuevo estilo —dije señalando mi listón plateado—, no estoy acostumbrado a llevar correa.

—Calla —. Rió empujándome con su cadera y me hizo reír cuando me movió solo un paso de mi lugar.

—Perdona.

La miré un segundo y después miré al frente de nuevo para ver como el lago se contemplaba en completa calma.

—A veces no puedo creer que hayas crecido tanto, Noah.

—Supongo que es porque siempre me viste como tu bebé.

—Es que eres mi bebé —. Rió al verme—. Eres el pequeño que solía escalar árboles, el mismo al que llevaba su padre en la espalda al caminar y el mismo al que le quiero dar esto.

Miré a mi madre cuando sostuvo su anillo de compromiso frente a mí.

—Mamá, ése es tu anillo, yo no puedo aceptarlo —negué—, sé que es lo más importante para ti.

—Es importante porque tu padre me lo dio, aunque siendo sincera no es mío —negó dejándolo en mi mano—, era de tu abuela Anja, la madre de tu padre.

—Creí que mi padre te lo había dado...

—Sí —asintió—, pero es por una tradición en la manada que él mismo siguió.

Yo la miré atento y ella sonrió mostrándome el collar en su cuello.

—Una mujer de Månen siempre lleva tres joyas de su hombre —me guiñó un ojo—, una que representa el pasado de él, es decir, una reliquia familiar; otra que representa su amor presente, algo único como el collar que él mismo mandó a hacer para mí. Aunque tu padre en realidad también me ha dado regalos importantes como la pulsera de plata y mi corona de flores.

El Ascenso De Un Alfa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora