Capítulo 26

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Adrien atravesó el umbral de la puerta acompañado de su guardaespaldas y se llevó una sorpresa al ver a su padre esperándolo en el pie de la escalera. Su semblante serio y sus brazos cruzados detrás de su espalda le indicaban que nada bueno saldría de la conversación que estaban por iniciar.

—Adrien —pronunció Gabriel Agreste son su característico tono de voz tan inexpresivo.

—¿Sí, padre? —inquirió el menor apretando el agarre de la correa de su mochila.

—¿No crees que has estado saliendo mucho? Tienes un horario estricto que cumplir todos los días —reiteró el reconocido diseñador mirando con severidad a su hijo.

—Y lo cumplo —Se apresuró a dejar en claro el menor—. Toda mi vida he seguido al pie de la letra todo lo que organiza Nathalie acatando tus órdenes —mencionó Adrien dando zancadas hasta estar frente a su progenitor.

—Adrien basta, no uses ese tono conmigo —advirtió Gabriel con el ceño fruncido—. Soy tu padre y debes respetarme.

—Eres mi padre solo en apariencia... ¿Hace cuánto que no pasas tiempo conmigo? Oh espera... Fue desde que mamá ya no está —dijo Adrien con ironía.

—Adrien —increpó Nathalie interrumpiendo la discusión.

—No me voy a callar... Estoy harto de esta vida tan decadente.

—Hijo, nunca te ha faltado nada.

—Claro que sí padre, una familia... Ni todas las riquezas del mundo ni esta enorme mansión tiene valor si no tienes con quien compartirla —soltó el modelo con rabia sintiendo como un nudo se formaba en su garganta.

Cerró los puños con fuerzas y volvió a colgarse su mochila que se había caído, sin añadir nada pasó al lado de su padre y subió las escaleras ignorando el llamado de Gabriel e incluso el de Nathalie.

Al llegar a su habitación el menor de los Agreste azotó la puerta y arrojó su mochila con fuerza sin fijarse en donde caía. Agotado se dejó caer de espaldas en la cama y llevó las manos a sus sienes tratando de mitigar un dolor de cabeza que se intensificaba rápidamente, no tuvo éxito.

—Adrien... ¿Estás bien? —inquirió el pequeño gato saliendo del bolsillo de la camisa blanca que siempre usaba.

—No, Plagg —admitió cerrando los ojos con fuerza.

—Me sorprendiste allá abajo, siempre te limitabas a bajar la cabeza y recibir los regaños de tu padre —comentó Plagg volando de un lado a otro con entusiasmo.

—Ya casi cumplo dieciocho años... No puede controlar mi vida para siempre.

—¡Me encanta esa actitud! Y qué mejor para celebrar tu madurez que un gran festín de camembert —comunicó el kwami dirigiéndose a buscar su comida preferida.

Adrien sonrió divertido, pero la misma sonrisa fue reemplazada por una expresión de confusión al escuchar la perilla de la puerta siendo movida. Antes de que pudiera decir o hacer algo la puerta se abrió dejando ver a Gabriel Agreste con un semblante impasible.

—Voy a pasar por alto esa falta de hace unos momentos —informó el mayor entrando en la habitación. Se posicionó frente a su hijo que lo veía extrañado desde el borde de la cama donde se había sentado—. Soy consciente de la fecha que se aproxima y comprendo que eso te ponga de los nervios, pero no por ello te sientas en la libertad de hacer lo que se te plazca. Soy tu padre y responsable de ti, hasta que salgas de esta casa con la capacidad de valerte por ti mismo deberás seguir mis reglas. ¿Queda claro?

—Sí, padre —aceptó el de ojos esmeralda sin dejar de mirar el rostro de Gabriel.

—Bien, no abuses de los permisos. El que hayas obtenidos los certificados como traductor de chino y japonés no significa que no haya actividades que puedas realizar —mencionó el mayor mostrando una sonrisa casi imperceptible—. No hagas planes para ese día, quiero que pasemos juntos esa tarde.

Acosador #PGP2019Where stories live. Discover now