Capítulo 19.

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De pequeña mi abuelo y yo solíamos cazar pequeñas lagartijas, incluso pajaritos, pero eso nunca me agrado mucho.

— Tienes que sujetarla así, y poner el dedo de esta forma.

Apuntaba la resortera hacia un ave que se encontraba en la rama de un árbol. La piedra salió disparada al igual que el ave, esta callo y corrí rápidamente hacia donde cayó . Mi abuelo se acercó y coloco el ave entre mis manos.

— ¿Qué sucede hija?

— Jamás podrá volver a volar — conteste con lágrimas en los ojos.

— Estará bien — la sujetó entre sus manos —. Tiene el ala rota, pero si la cuidamos podrá volar de nuevo.

Fuimos a casa apresuradamente, Reynald vendo el ala, e incluso me dejó alimentarla.

—¿Qué tipo de ave es?

— Un cuervo — acaricia la cima de su cabeza —. Tienes un noble corazón, Brenna.

— Si yo fuera un ave, no me gustaría que me quitaran las alas.

— ¿Cómo serían tus alas?

Lo pensé por un momento. Al principio pensé que podrían ser plumas muy grandes de color negro azulado, después pensé en unas alas blancas con motas grises. Sin embargo, creí que lo más adecuado es que mis alas fueran mi familia. Ya que ellos siempre me impulsaban a querer volar.

— Ustedes son mi alas. — respondí.

Mi abuelo sonrío, y acaricio la cima de mi cabeza hasta que me quede dormida con el ave entre mis manos.

Se curó, y la dejamos libre.

Voló y voló y ni siquiera se giró.

Tiempo después, una mañana, toda ave y animal murió a causa de la lluvia.

Aves aparecieron esparcidas por toda la tierra, claro que llore, después de todo ya no volvería a ver a ningún ave expandir sus alas por los cielos.

Aprendí que cualquier ser humano tenía sus propias alas, incluso aquí en la república de Luviana, el problema es que desde aquel día nos habían sido cortadas.

❃❁❃❁❃❁❃

— Llegare temprano, no me tardo — grito antes de salir por la puerta.

Me dirijo a lo que ya considero como un hogar.

No llevo ni medio camino, cuando veo la espalda  de Dagan.

Lleva puesta otra de sus camisetas de cuadros verdes, vaqueros y botas; su cabello esta desordenado, lo cual no era usual.

Se encontraba lindo.

— ¿Qué haces aquí?

— Te esperaba.

— Podrías haberme visto en la cabaña bobo — golpeo su brazo de forma amigable. —. Corrí hasta aquí, sabes que soy muy rápido.

— Claro, pero apuesto que podría ganarte.

— ¿Qué quieres apostar?

— Quiero tu camisa de cuadros.

— Pero es mi favorita — dice mirándola

— ¿Tienes miedo de perderla?

— Ni tantito — sonríe muy seguro.

— ¿Una carrera de aquí a la cabaña?

Asiento, y comienzo a contar.

— Uno, dos... ¡Ahora!

RAIN [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora