River.

588 84 34
                                    

—¿Y por qué tenemos que ir nosotros por la bebida? —rezonga Dagan.

Ambos nos encontramos caminando con dirección a la mercería y no con la mejor actitud que digamos.

—Es una reunión, siendo el anfitrión tienes que ofrecer algo.

—Tenemos mucho más cosas por ofrecer.

—Apresúrate, mientras más rápido mejor.

Nos detenemos en la orilla antes de llegar al mercería y Dagan se gira a verme.

—Yo iré, ¿cierto?

—Esa señora te ama.

Dagan resopla y yo rió al ver su expresión.

Siempre ha sido así, solo él y los chicos y ahora también estaba Helena. No tenía miedo de estar solo, no al menos ahora. Los tenía a ellos y eso era suficiente.

Observo a Dagan alejarse, pero algo atrapa mi mirada.

Una chica sale a toda prisa de la tienda, de mala gana empujando una carreta que se ve bastante vieja. Murmura un par de cosas y sonrío al ver su cara.

Que chica tan rara.

La veo adentrarse entre los árboles, mientras que Dagan sale poco después.

—No hay nada, la anciana no tiene nada de bebida.

—Ni modo, intentamos dar una buena reunión.

—Viste esa chica de allá — señala hacia el otro lado —.Tenía un costal de yucas.

—¿Y?

—Podemos hacerle algún trueque, no creo que se niegue.

Lo medito un momento y una idea ridícula viene a mi mente.

—¿Traes tu pasamontañas?

—Sí, ¿Por qué?

—Se me acaba de ocurrir algo.

Veo por encima de Dagan con dirección del otro lado del bosque.

No es una gran idea, ni de cerca, pero cuando algo se me viene a la cabeza es muy difícil que lo ignore.

                    ❃❁❃❁❃❁❃

Esta ahí recostada contra un árbol, tan serena como si ese fuese el lugar al que perteneciese. Ahí entre todos esos árboles muertos, puedo imaginarla como una pequeña flor entre toda la maleza.

Agito mi cabeza.

¿Desde cuando me interesa pensar en flores?

—¿Estaremos aquí viéndola dormir?

Mi idea era quitarle el costal y correr, pero es una idea muy mala, no cuando estamos aquí como un par de acosadores.

¿En qué momento pase de ser el acosado al acosador?


—No podemos robarle, no creo que...

Dagan, sale de mi lado con dirección a la carreta. Dando pasos sigilosos y precavidos.

—¡Dagan, no! — murmuro bajándome el pasamontañas por si las dudas.

Está por tomar el costal, pero lo arrebato de sus manos.

—Déjalo, salgamos de aquí.

Estoy por devolverlo, pero la carreta pierde su equilibrio y esta cae. Dagan, como el bueno amigo que es, corre a ocultarse entre los árboles, la chica no sólo abre sus ojos, sino también parece abrir los míos.

RAIN [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora