Y si el infierno existe, quiero quemarme

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Decir que nunca imaginé cómo reaccionarían mis padres al confesarles que soy gay sería una mentira. Estas últimas semanas lo pensé al menos cien veces al día. Y tal vez suene descabellado viniendo de David Ross, el bastardo con corazón helado y expresión indiferente, pero la vida es más que apariencias.

Las personas aman las apariencias, viven de ellas. No importa lo adinerado o sencillo que quieras aparentar ser, siempre quieres dar una impresión. Y cuando me refiero a que las personas viven de las apariencias también me refiero a las máscaras que nos ponemos para sobrellevar la vida, para ocultar nuestros monstruos internos. Sí, estoy hablando en plural. David Ross, el chico frío e indiferente sólo es una apariencia.

La gente siempre oculta cosas, eso no es algo nuevo, pero todos tenemos razones diferentes.

Al escuchar las palabras que salieron de mi boca, el primer sonido emitido fueron los tosidos ruidosos de Edson, quien se atragantó con la pasta a los meros segundos de mi confesión. Enfrente de él, la quijada de Carrie jamás se había abierto así de grande en los diecinueve años de conocerla.

Un silencio incómodo se apoderó de los invitados de la cena (mi tonta familia), y la tensión era más que evidente en este punto, hasta parecía que podías tocarla si te lo propusieras. Todos miraban sus platos, no teniendo el valor de mirarme a la cara. Mi tío Ricky parecía haberse congelado en su asiento. Era una vista graciosa.

—David —Se aclaró la garganta mi padre—. No es divertido.

—¿No? —Alcé una ceja y le contesté con cierta satisfacción que me provoca la confusión y el shock en sus caras—. A mí sí me parece divertido.

—David sólo está bromeando —Mi mamá añadió, aunque su cara parecía delatarla. Ni ella misma estaba segura.

Edson me miró con una mezcla de desconcierto y preocupación. Sí, Edson estaba preocupado por mí. Y aunque a veces me irrita en demasía el hecho de que quiera meterse tanto en mi vida, no puedo simplemente negar que se siente bien cuando le importas a alguien lo suficiente como para ofrecerte su apoyo incondicional.

"Si en verdad te preocupas por mí..."

—No me sigas —musité en su dirección, pronunciando marcadamente cada palabra para que me entendiera.

Cuando el esposo de la hermana menor de mi mamá escuchó la palabra "broma", pareció haber vuelto a la normalidad, aunque lo que él considera normal no siempre lo es. La mayoría del tiempo se debe a que no entiende de lo que estamos hablando y por eso no es bueno interpretando la situación. Franco rio nerviosamente.

—David, pide disculpas —El tono de voz de mi padre daba miedo. Rara vez lo ha usado conmigo, pero a veces no importa que tan "buenos" crean que han sido, a veces ser un buen padre no sólo recae en no hacer uso de la violencia.

—No —Me desabroché lentamente los botones de la chaqueta de mezclilla, dejando ver la imagen en mi camisa negra cuando al fin me deshice de ésta—. En realidad estuve planeando esto.

La imagen de mi camisa no era una imagen cualquiera, era la bandera LGBT y la frase "Kiss whoever the fuck you want" (besa a quien mierda quieras) en la parte superior con letras blancas.

Una media sonrisa se apoderó de mi cara.



***

Después de destapar una Lollipop de fresa, la metí a mi boca y me senté en la acera fuera de la tienda. Me tomé el tiempo de disfrutar el aire de la noche, la vista del cielo lleno de estrellas, y el olor del momento.

A MESS [EDITANDO]Where stories live. Discover now