Prólogo: Los Fantasmas del Pasado

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Sakura

- Me muero por ver la cara de Naruto cuando lleguemos a la Aldea. - pronuncié enérgica mientras daba pequeños saltitos frente a la pequeña fogata que habíamos construido aquella noche.

A la mañana siguiente llegaríamos a Konoha y solo la idea me generaba mariposas en el estómago. No veía a mi familia ni amigos desde hace poco más de un año. Y, aunque sabía que estarían molestos por mi súbita desaparición, entenderían todo cuando vieran a la hermosa Sarada. Quien, en estos momentos, era acunada mientras dormía por Sasuke. Demonios, en estos momentos me parecía increíble lo mucho que podía cambiar la vida en tan poco tiempo. Hace trece meses partía con el corazón roto hacia Tanigakure y, ahora, volvía con Sasuke y una hermosa bebe a casa.

- No estoy muy emocionado por ello. - replicó mi esposo mientras posaba su mirada fijamente en mí. - Conociendo a Naruto, estará enojado con nosotros un par de días hasta no poder aguantarlo y preguntarnos hasta el más mínimo detalle de la misión. Luego, se enojará de nuevo.

- ¿Es tan necesario contarle? - respondí mientras reía y me sentaba a su lado en un pequeño tronco.

- Lamentablemente, sí. Será el Hokage, después de todo.

- ¿Tan pronto?

- No lo sé, Kakashi se cansa con rapidez de esta clase de responsabilidades. Más aún, cuando hay alguien más fuerte que él que quiere a muerte el puesto.

- ¿Qué lo detiene entonces? Pudo haberle dado el trabajo hace tiempo.

- Naruto es todavía muy impulsivo y tonto. Y en tanto no hace mucho fue la última Gran Guerra, Kakashi quiere tomar sus precauciones. - Terminó de explicar mientras me ofrecía a Sarada. Para tener apenas un par de meses, era muy tranquila y calmada ¿Podía pedir algo mejor?

- Ya veo. - Dije tomándola y, sorpresivamente, se me escapó un pequeño bostezo.

- ¿Cómo te sientes? - preguntó Sasuke mirándome fijamente. Desde el nacimiento de Sarada había tomado la costumbre de preguntarme constantemente si estaba bien, incluso cuando mis heridas habían cerrado tiempo atrás y ahora sólo quedaban las cicatrices.

- Estoy bien. - respondí con una sonrisa mientras posaba la mano que no cargaba a Sarada sobre su rostro. - Tienes que dejar de preocuparte tanto, dentro de poco partiré a misiones y tú también. No puedes cuidarme siempre. - Lo que produjo una mueca en su rostro.

- Iré a vigilar un rato. - anunció y posó un beso en mi frente. - Deberías descansar un poco.

- De acuerdo. - Dije. Y, tras verle marcharse en medio del bosque, extendí como pude una manta lo suficientemente cerca de la fogata para nos calentara sin llegar a hacernos daño. Envolví a Sarada en un puñado de mantas cerca de mí. Cerré los ojos y caí de inmediato.

Los primeros rayos de la madrugada me despertaron junto al sonido de hojas secas quebrándose mientras alguien se acercaba. Alcé la vista y observé que la fogata se había consumido pero el pequeño bulto de mantas donde estaba Sarada aún estaba cerca. Sasuke no había vuelto. Con rapidez, me recompuse y busqué a Sarada pero el bulto de mantas estaba vacío. Mi respiración se detuvo.

Destrocé las frazadas una y otra vez en búsqueda de mi hija, a pesar de tener la certeza de que no estaba ¿Dónde diablos estaba Sarada? ¿Sasuke la había tomado? No, no, no...

- ¡Sasuke, Sasuke!- grité y varias aves salieron a volar en respuesta. Estaba oficialmente preocupada. - ¡Sasuke!

De pronto, los pasos que había escuchado se acercaron y de entre los matorrales salió una figura que reconocía. Suspiré, todo estaba en orden.

La Última Misión del Clan Uchiha: La despedida de SasukeWhere stories live. Discover now