Capítulo 28: La Despedida de Sasuke

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Sasuke

- ¿Lo has escuchado? - Dijo uno de los ninjas de la Aldea de Escondida entre las Nubes en la mesa detrás de la mía. - Mañana nombraran a un nuevo Hokage de la Aldea de la Hoja. Cambian de jefe más rápido de lo que mi esposa cambia de ropa.

- ¡Shh! - Respondió el otro exaltado. Luego, habló en un tono más bajo. - ¿Qué acaso quieres que nos maten? El nuevo Hokage no es cualquier idiota. Es el hijo del Cuarto y heredero del poder de uno de los Tres Sannin. Dicen que tiene la fuerza de los demonios de colas y que puede ver y escuchar todo lo que pasa en el Mundo Ninja...

- ¡Bah! - gritó el otro ebrio. Le di un sorbo a mi bebida con indiferencia. - Yo no creo en esos cuentos baratos. Si tuviera que temerle a alguien sería a un asesino real, Sasuke Uchiha. Nadie conoce su paradero, y se rumorea que La Hoja perdonó sus crímenes a cambio de que se volviera su mercenario personal. Esa sí es una maldita buena historia.

- Supongo que por eso no hemos tenido problemas con ladrones o asesinos últimamente. - replicó con alegría el casero del lugar, dejando en la mesa de los sujetos nuevas bebidas. - Es como si se hubieran esfumado de la faz de la Tierra. - Los hombres rieron en respuesta.

- Como si a ese delincuente le importaran unos tontos de baja clase. Lo último que escuche es que alguien lo vio en la Aldea Escondida entre la Neblina ¿Quién sabe? Sasuke Uchiha puede haber muerto ya. - Me levanté con fuerza de mi silla y todas las miradas se dirigieron sorprendidas hacía mí. Me volteé y encaré al tipo que tan arrogantemente hablaba de mí mientras me acercaba amenazadoramente a su posición. El hombre en cuestión soltó su bebida y toda la habitación quedó suspendida en un tenso silencio. Acerqué mi mano a la pequeña bolsa en mi cintura sin retirar mi mirada del tipo y todos los ojos de la estancia la siguieron atentamente.

Deslicé de mi saco dos monedas que entregué al dueño del lugar y el hombre que tan libremente había sentenciado mi muerte, volvió a respirar. Luego, retiré un arrugado papel de uno de los pliegues de mi capa y lo desdoblé para enseñárselo al dueño de la taberna.

- ¿Sabe cuánto falta para llegar a estas montañas?

- El sendero lo conducirá allí si cruza por las ruinas que encontrará una milla adelante. No debería tardar más de dos puestas de sol, pronto será verano y los días son cada vez más largos. - Asentí y lancé una última mirada a los ninjas de la nube mientras guardaba el mapa. De repente, se me había quitado el hambre.

La puerta de madera del local crujió cuando salí y continué con parsimonia mi camino al Templo de Kaguya. Si lo que dijo el propietario era cierto, llegaría tres días antes de lo previsto. Sin embargo, las nubes negras en el cielo me advirtieron que no contara ingenuamente con ese tiempo. Percibí movimiento entre la maleza del bosque que se hallaba a un lado de la vía y un pequeño gato negro saltó en mi dirección. Me había seguido desde la Aldea de la Hoja, y cientos de millas después era más fiel que mi propia sombra.

Revisé una última vez que no hubiera ninguna trampa o escuadrón ninja cerca de mí. Y, cuando estuve seguro de estar completamente solo, mis pensamientos me condujeron rutinariamente a un mes atrás. Me transporté al día en el que partí de la Aldea de la Hoja de principio a fin. Sus olores, sonidos, colores... si recordaba cada instante y detalle de ese día, no había forma que lo olvidara sin importar el tiempo que pasara. Antes de darme cuenta, los días se convertirían en años y, con suerte, encontraría el camino de vuelta a casa. El camino de vuelta a ella.

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- Mamá, mamá, mamá...- Escuché decir a una aguda voz cerca de nosotros. Sakura se movió un poco sin apartar su rostro de mi pecho.

- ¿Hmp?

- Mamá, mamá, mamá...

- ¿Qué pasa Sarada? - Balbuceó Sakura entre un bostezo. - ¿Está todo bien?

La Última Misión del Clan Uchiha: La despedida de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora