18

27 5 2
                                    

Narra Ace

Íbamos a pasar aquí el tiempo que yo tengo de vacaciones, y Hyeop también, pero hemos decidido, paseando una vez más por la playa, recordando lo especial que fue el encuentro anoche, que será mejor volver ya y ocupar el tiempo en buscar una casa que podamos considerar perfecta para ser nuestra primera vivienda juntos, ahora como prometidos.

Esta vez durante el trayecto de vuelta a casa no tengo sueño, sintiéndome aún excitado por su petición, por los encuentros después de eso, cayendo en un profundo sueño entre sus brazos, porque vayamos a crear un hogar juntos, recuerdos nuevos más allá de los que ya existen.

— Woo —miro a Hyeop, saliendo de mis pensamientos —¿puedo preguntarte algo?

— Lo que quieras —asiento, invitándole a continuar —¿qué quieres saber?

— Quiero saber.. ahora que estamos prometidos ¿no debería saber al menos sobre tu familia? Nunca hemos hablado de eso y tu sabes que yo tengo una hermana y una sobrina. ¿Tienes al menos padres? ¿Hermanos?

— Claro que tengo padres —continuo mirándole, sintiendo su mano en mi muslo —pero no viven aquí. Tendré que llamarles y encontrarme con ellos pero me da miedo.. ellos no saben que buscaba pareja, obviamente tampoco de todos los rechazos. No se ni si saben que soy gay. Me da miedo.

— Príncipe mio no empieces con tus miedos —dejo mi mano sobre la suya, entrelazando nuestros dedos —hoy vamos a descansar un rato hasta que salgamos a buscar casas. Llama a tus padres cuando lleguemos a tu casa ¿de acuerdo?

Asiento porque si que debería hacerlo, más ahora incluso que antes.

El resto del trayecto lo hacemos en silencio, entrando con nuestro equipaje a mi casa, dejando todo en la entrada, sentándome en el centro de mi cama mientras llamo a casa de mis padres, esperando tono a tono hasta que escucho esa voz tan familiar como lejana, la cual hacia demasiado no escuchaba, sintiendo los nervios aflorando en mi interior.

— Mama.. soy Wooyoung —intento mantener la calma lo máximo posible —¿cómo.. cómo estás?

— Mi niño —sonrío, un poco al menos, recordando cada vez que me llamaba así —estamos bien hijo tu padre y yo. ¿Tu estás bien? ¿Comes y duermes bien?

— Si mama no te preocupes por eso —miro a Hyeop, quien se sienta frente a mi en la cama —estoy llamando por otra cosa.

— No me digas que has perdido tu trabajo.. sabes que aquí siempre tendrás tu habitación hasta que te recuperes.

— Tampoco es eso mama. Estoy de vacaciones y sigo trabajando en el restaurante —me dejo caer entre los brazos de Hyeop —quería contaros que voy.. voy a casarme.

El silencio al otro lado solo consigue despertar más mis miedos, abrazándome mejor Hyeop, pegando mi espalda a su pecho, sintiendo su aliento sobre mi cuello cuando vuelvo a escuchar la voz de mi madre.

— ¿Quién es el afortunado mi niño?

— ¿Sabes que..

— ¿Qué te gustan los hombres? —suelta una carcajada que templa un poco mis nervios, calmándolos —una madre sabe esas cosas. ¿Quién es? Tengo que conocerlo ahora que se que va a unirse a mi hijo para siempre.

— Se llama Chung Hyeop y.. podríamos ir a veros y lo conocéis en persona si quieres mama. ¿Papa también lo sabe?

— Lo sabe aunque le costó aceptarlo un tiempo. Estará feliz por este paso que estás por dar Wooyoung —sonrío, dejando un pequeño beso en los labios de mi novio —venir cuando queráis. Os estaremos esperando en todo momento.

Solo un par de minutos más de conversación y dejo mi móvil a un lado, abrazándome mejor al cuerpo de Hyeop, estirando mis piernas alrededor de su cintura, cayendo los dos hacia atrás, quedando tumbado con su cuerpo sobre el mio, aceptando su beso que dura unos segundos, quedando de pronto sobre su cuerpo.

— Voy a conocer a mis futuros suegros —asiento, mirándole a los ojos —me los ganaré nada más me vean y sepan como conquiste a su precioso y perfecto hijo.

— Te costara menos ganarte a mis padres —suelta una carcajada ruidosa, haciendo que sonría —no te rías. Es verdad. Mis padres confían solo en las personas capaces de dar paz y no esas que son tóxicas o dañinas y tu eres de los primeros. Si llegas a ser uno de esos quince te echarían de allí nada más apareces por la puerta. Eso le paso a un ex amigo mio. Íbamos al instituto juntos y un día fuimos a casa ha hacer un trabajo. Estábamos los dos solos cuando de pronto llego mi madre. La cosa quedo en tensión cuando nos vio en mi cuarto, echados en mi cama haciendo dicho trabajo, mi madre enfadada, tirando de él fuera de la casa. Nunca más volvimos a ir a mi casa y poco a poco perdimos amistad. No les gustaba a mis padres ese amigo en concreto. Casi ninguno de mis amigos les llego a gustar la verdad. A ti te querrán como un hijo.

— ¿Por qué siempre te juntas con gente que no merece tu compañía? —me encojo de hombros —ni tus ex supuestos amigos ni esos quince son buenos para ti y eso que no conozco más que a uno de todos ellos. Yo siempre soy la mejor opción para ti.

— Que modesto eres —me siento sobre sus caderas —no le digas a mis padres de mis citas fallidas. No quiero ni recordarlas. Ahora tengo a mi número uno, el único más bien, bajo mi cuerpo, con un anillo que confirma eso asique es una información innecesaria.

— Les contaré que conocí a su hijo una noche en la que volvía borracho, riendo solo en mitad de la calle con rasguños en sus piernas —acaricia mis piernas semidesnudas —estás preciosas piernas que me apetece besar y morder.

— No lo harás —dejo mis manos sobre su cuerpo, inclinándome hasta que nuestros labios se encuentran —vas a decirles que me acosaste toda una noche esperando en plena noche gélida frente a mi trabajo, en la calle. Después el que será expulsado seré yo porque te dejé helándote ahí mismo. Aunque fue tu culpa porque eres idiota.

— Les contaré que soy tu Ariel —sonrío recordando la explicación sobre eso —que buscaba libertad y encontré a mi príncipe, tímido, lleno de unos miedos que poco a poco está sabiendo dejarlos a un lado. Te besaré como ese príncipe no hizo en la barca, saboreando tu esencia, dándote más de mi amor. Regalándote cada parte de mi ser. Eres mi príncipe, el que me ha regalado de si mismo más en poco tiempo que lo que podría imaginar que lograría en una vida entera.

— Al menos no te arrebataron la voz a cambio —asiente —más bien tu me la has dado a mi, dándome el valor para abandonar cada uno de esos miedos.

— Parece que estás recitando tus votos y aún ni fecha tenemos para nuestra boda —me acerca más a su cuerpo, sentándose frente a frente conmigo —te regalaré una cosa más pero tienes que esperar por ello. Valdrá la pena.

Miro sus ojos fijamente, jugando su mano entre mi pelo, rozando nuestras narices, dejando un pequeño pero dulce beso en sus labios, sonriendo sin apartar mi rostro del suyo.

— Contigo todo vale la pena.

You are my Nº 1Where stories live. Discover now