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Narra Baron

No veía el momento en que llegase la noche más especial de toda la ceremonia en la que nos hemos convertido en hombres casados, dejando de ser novios para ser esposos.

Ahora ya estamos aquí, habiendo viajado por kilómetros escapándonos del momento baile, besando a Woo que ya casi no puede respirar al igual que yo también siento la falta de aire en mis pulmones, deslizando mis labios a su cuello, desabrochando uno por uno cada botos de su chaleco.

— Llevas mucha ropa —me quejo, soltando el último botón —la próxima boda desnudos así no tardaré tanto.

— ¿Próxima boda? —asiento, pegando un tirón a su camisa —¡Hyeop! ¿Me has roto la camisa?

— No voy a perder más el tiempo.

— Tenemos toda la noche —gruño, bajando de su cuello a su cálido cuerpo —no seas bruto.

Le tapo la boca por unos segundos con mi mano, la que lleva mi alianza, la señal de que ya realmente soy un hombre casado, deslizándola por su cuerpo, acariciándole, besando cada parte de su perfecto cuerpo, marcando su piel con mis labios, mis dientes, escuchando sus gemidos cuando llego a la parte donde están sus pantalones, su evidente erección, desabrochándolos, bajándolos más lentos junto con la ropa interior, haciendo el mismo recorrido por sus piernas, deteniéndome cerca de su miembro, arrodillándome, quitándome lentamente mi ropa, bajo su atenta e impaciente mirada, besándole cuando ya no hay barreras entre nuestros cuerpos.

— Relajate que noto toda tu tensión —acaricio despacio su mejilla —no es la primera vez que hacemos esto. ¿Quieres que lo haga como aquella vez?

— ¿Aquella en la que ni la cama pude abandonar? —asiento, subiendo una de sus piernas a mi hombro —no me rompas la primera noche de nuestra luna de mi..

Un pequeño grito escapa de entre sus labios cuando le penetro, quedando unidos de una sola vez, de una sola estocada introduciendo mi miembro en su cuerpo, entre sus nalgas por completo, sintiendo su estrechez, como se calma poco a poco, besándole sin moverme, dejándole que se acostumbre después de días sin sentirnos así.

Entrelazando nuestras manos sobre nuestras cabezas me deslizo hacia fuera de su cuerpo, escuchando el gruñido que suelta contra mis labios, uniendo mi lengua a la suya, juntando nuestros cuerpos de nuevo, subiendo su otra pierna lo suficiente para poder llegar mejor en su interior.

Besando su cuello, mordiendo, dejando un pequeño camino de besos y mi propia saliva en su cuello le penetro, escuchándole gemir, gritar, sintiendo sus uñas en mi piel siendo clavadas, gimiendo cuando nos gira, quedando sobre mi cuerpo.

Acaricio su precioso y lleno de una fina capa de sudor cuerpo, subiéndolas, bajando mis manos al igual que su cuerpo sube y baja, autopenetrandose, gimiendo con los ojos cerrados, sonriendo, correspondiendo su beso cuando se deja caer sobre mi, moviéndose aún, manteniéndome en su interior cuando sus músculos se aprietan rodeando mi pene, explotando por el orgasmo al que ha sido capaz de llevarnos, sintiendo su semen en mi cuerpo, el mio llenándole abrazándole con fuerza, unidos nuestros cuerpos aún, volviendo a quedar sobre Woo.

— Eres tan perfecto —dejo un pequeño beso en su nariz y su mejilla —aunque seas un bruto.

— Tu has llevado todo el control —me apoyo en mis brazos, moviendo mi cuerpo.

Con intención de tumbarme a su lado Woo me sorprende, deteniéndome antes de poder separar un solo centímetro de nuestros cuerpos, besándome, fundiéndonos en un momento lleno de caricias, sonoros besos, nuestros cuerpos más sudados aún con cada embestida, con cada choque de nuestros cuerpos, agarrando bien sus caderas, sentándonos, gimiendo casi agotado mientras salta en mis piernas, ayudándole, llegando juntos al segundo orgasmo, cerrando los ojos, apoyando mi cabeza en su cuerpo, en su pecho, abrazándome a su cuerpo de tal forma que no quiero moverme en toda la noche, ni soltarle hasta la mañana siguiente, la primera como matrimonio, durmiéndome abrazado a su cuerpo, tumbados de lado, unidos, aferrándonos a nuestros cuerpos, sus piernas alrededor de las mías, su respiración calmada perdiéndose en mi cuello, la mia en el infinito amor que siento por Jang Wooyoung.


— Hyeoppie —sonrío, aún dormido, al escuchar la forma en que dice mi nombre —despierta mi precioso esposo. Tenemos que disfrutar de nuestra luna de miel y no durmiendo.

— Durmiendo también se disfruta —gruño, abrazándome mejor a la almohada —¿cómo tienes tanta energía?

— La playa es milagrosa —le miro de reojo, viéndole reír —era broma. Me he duchado, he desayunado, me duele el trasero y me da igual porque tu eres la causa de ello y te amo demasiado como para quejarme. Ahora despiértate, duchate y vamos ha hacer cosas de esposos libres en este paraíso.

— Está bien pero dentro de unos minutos.

Todo se queda en silencio, confiando que se ha rendido en insistir, soltando un sonoro quejido cuando pellizca con fuerza mis nalgas desnudas, dejando seguro las marcas de sus uñas. Me giro antes de que vuelva a hacerlo, reteniéndole entre mi cuerpo desnudo y las sábanas que aún tienen el recuerdo de lo que anoche paso aquí.

— No me pellizques así o te enterarás de quien es tu marido.

— No es mi culpa que sean tan redondas, suaves y tentadoras —me rodea con piernas y brazos —¿te duchas mi amor, desayunas algo delicioso que te pediré y nos vamos?

— A cambio de una cosa.

— ¿De que, mi querido esposo chantajista?

— Un beso —me acerco a su rostro —y me ducharé para que disfrutemos como los esposos recién estrenados que somos.

— Me lo pones fácil.

Con sus piernas y brazos aún rodeando mi cuerpo, se inclina hacia arriba, uniendo sin prisa alguna nuestros labios, en un beso lento, suave, delicado que no dura tanto como me gustaría pero parece que para Woo es más que suficiente cuando queda sobre mi cuerpo, bajándose de la cama.

— Te esperaré fuera.

Contoneándose sale de la habitación, quedándome una vez más solo.

Desperezándome, estirando mi cuerpo hasta que cada musculo se siente aliviado, bajo de la cama, yendo al cuarto de baño donde me doy una ducha ciertamente larga, secándome cuando salgo de ella bien con una de las toallas, vistiéndome en la habitación de forma cómoda, porque para lo que haremos no hace falta en realidad mucho más que ir así y me reúno con Woo, quien ya está con mi desayuno frente a él, perfectamente colocado en la mesa.


Después de desayunar, antes de salir a disfrutar de un día de turismo como recién casados en nuestro viaje de luna de miel, no he dudado en tomar a mi precioso marido entre mis brazos, en robarle decenas de besos, sonriendo cuando reía pidiéndome parar, incapaz de parar ninguno de los dos, robándonos más besos entre nosotros hasta saciarnos, lo cual no es tan así porque nunca me cansaré de besar a mi príncipe, del que soy y siempre seré su número uno y el único.

You are my Nº 1Where stories live. Discover now