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Narra Ace

(El día de)

Todo es un desastre desde que me he despertado. Más bien desde que mi madre me ha despertado, con demasiado tiempo para poder ducharme con calma, arreglarme en condiciones y vestirme para ir perfecto a mi boda.

Desde el momento en que he abierto los ojos todo se ha torcido. Primero porque estaba tan dormido y mi cuerpo tan cansado después de casi no poder conciliar el sueño que me he caído de la cama. Por suerte no me he hecho nada más que un pequeño rasguño en la rodilla. En la ducha casi me resbalo cuando estaba aclarándome el jabón del pelo. También he tenido suerte porque esta vez no me he caído aunque si me dolía la rodilla por el golpe anterior.

Ahora estoy poniéndome el traje, esperando más bien a que mi madre termine de colocar bien el botón que por mis nervios he sacado de su sitio en mi chaleco de color rosa palo, pasando las manos por mi cabello aún sin arreglar, soltando un suspiro más de entre otros tantos que ya he dejado ir.

— Hijo deberías tranquilizarte —miro a mi madre, cogiendo la chaqueta de sus manos —los nervios no traen nunca nada bueno.

— Ya lo se mama —me pongo la chaqueta —pero solo queda una hora y aún no hemos salido de casa. Seguro que todos están ya allí.

— Tranquilizate mi ángel —me hace sentarme —solo falta que dejes de revolverte el pelo, me dejes arreglártelo y nos vamos. Tu padre ya está listo.

No tarda mucho en arreglar mi desastroso cabello, que con tanto tirón y tanto pasar la mano ha quedado enredado, aunque no tanto como para poder ser arreglado sin dificultad.

Después de eso cojo los anillos, que los tenia guardados a buen recaudo y los tres salimos de casa, subiéndonos al coche donde vuelvo a sentirme nervioso, apretando con suavidad la mano de mi madre, que me transmite la calma que necesito, sonriéndole, mirando por la ventanilla hasta que llegamos, quedándome paralizado por un momento que temo volver a caerme.

— Aún quedan diez minutos —miro la hora en mi reloj —¿no podemos adelantarlo y ya está?

— Todo a su debido momento hijo —miro a mi padre, quien esta frente a mi con sus manos en mis hombros —yo estaba igual que tu mientras esperaba a tu madre. Esta vez te esperan a ti y todo saldrá bien ¿de acuerdo? Ve con seguridad y de frente y deja los nervios aquí fuera antes de entrar. Os esperaré dentro con tus abuelos y tu prometido.

— Gracias papa —le abrazo con fuerza —por todo.

Las manos de mi padre, del hombre que agradezco no solo por ser parte de la causa que yo esté vivo sino también por apoyarme en el momento más importante de mi vida.

Las puertas se cierran una vez mi padre entra, sin poder ver nada de cuanto hay dentro. Los minutos pasan lentos en mi opinión pero en realidad parece también que vuelen cuando miro una vez más mi reloj, pasando el brazo por el de mi madre, sosteniéndome cuando da la hora y las puertas de la pequeña iglesia se abren, siendo mi turno de entrar.

Todo está tan perfecto decorado, los invitados que han venido me miran, saludan, poniéndome más nervioso, temiendo por un momento que tropezaré, apretando con algo de fuerza mi mano en el brazo de mi madre.

La pequeña sobrina de seis años de mi casi marido corre hacia mi cuando llego al altar, abrazándola sin dudarlo, escuchando risas a nuestro alrededor por la efusividad de la niña, a quien con discreción le doy la caja con las alianzas, besando su suave mejilla.

— Estás preciosa enana —le coloco bien el vestido.

— Tu también tito Woo —me pongo en pie sin dejar de sonreír —pero vete ya con el tito Bari antes de que me riña.

You are my Nº 1Where stories live. Discover now