IX

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Al abrir la puerta vio como todo se encontraba sucio y desordenado, todo lo contrario a como el lo había dejado antes de irse.

Suspiró cerrando la puerta y subió a su habitación para dejar su mochila yo volver a bajar para ordenar y limpiar antes que su madre llegara y le gritara nuevamente.

Pasadas un par de horas suspiró cansando al ver qué ya eran las siete por lo que se madre estaría por llegar, aunque ya estaba casi todo completamente ordenado.

Encontró al costado del sillón un pequeño gato que parecía estar hecho de bronce por lo que decidió meterlo de los cajones que nunca son abiertos, pues sabía que allí no estorbaria.

En cuánto lo abrió, al ver uno de los tres objetos que se encontraban ahí, sintió como se cortaba su respiración y su pulso aumentaba considerablemente.

Las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos luchando por salir, su respiración entrecortada era cada vez más lenta así como la opresión en su pecho era cada vez mayor.

Al meter el gato de bronce en el cajón rozó ligeramente el cinturón con la muñeca, entonces sus lágrimas empezaron a salir.

Aunque no lo parecía había estado tratando de pensar que todo estaba bien estos últimos meses el sabía que no, nada estaba bien y no volvería a estarlo.

Su cabeza repetía constantemente que nada volvería estar bien y la opresión en su pecho, llevándole a causar hasta un dolor físico, se lo confirmaba y el cinturón en el cajón se lo recordaba.

Estaba roto, física y psíquicamente, eso nadie lo podría arreglar y nadie lo iba a querer roto. Nada en el estaba bien y debería dejar de estorbarle a la gente.

Para su madre solo era una molesta boca que alimentar, para sus compañeros el rarito que nunca habla, para su profesora un estorbo qué nunca podría aprender.

Subió corriendo a su habitación con las lágrimas recorriendo su cara sin pausa alguna.

El mayor sacó su cinturón para pasarlo por los brazos de Erick y luego a uno de los postes de la cama para atarlo a estos.

-Abre las piernas- exigió.

Tropezó un par de veces hasta finalmente llegar al primer piso y luego a su habitación en donde en cuanto entro tiro la puerta para quedar encerrado.

El ojiverde soltó un fuerte e involuntario grito al sentir como el cuero azotaba con dureza su piel.

-¿Que- lo volvió a azotar- te dije de- está vez en la cara, dejándole una marca roja- desobedecerme?- cuestionó.

Nadie lo quería, nunca nadie lo haría y la única persona que dijo hacerlo lo rompió.

El desgarrador dolor que sentía en el pecho era mayor que cualquier dolor físico que haya experimentado anteriormente.

Saber que nadie lo quería y que nadie lo haría era mucho más doloroso que cualquier desgarro provocado por Erito anteriormente.

De igual manera; Erito decía quererlo y lo rompió, y si eso era querer prefería no ser querido por nadie, aunque eso significará una vida de soledad y tristeza no aguantaría volver a pasar por eso.

Le aterraba la sola idea de tener que volver a pasar por eso.

Es un estorbo, estaba roto y no merecía amor, de igual manera no estaba seguro de quererlo pero sabía que necesitaba tenerlo, necesitaba alguien que lo abrazara cuando sentía que su mundo se derrumbaba, necesitaba alguien que le dijera que todo estaría bien.

Comenzó a gritar, desesperado por el ardor en su pecho provocado por el dolor del recuerdo, tomo sus negros mechones de cabello y empezó a tirar de ellos mientras saltaba con desesperación como si eso fuera a retirar el recuerdo, el dolor, mientras que de sus ojos seguían cayendo lágrimas qué entraban en su boca.

Se tiró a la cama donde comenzó a patalear, se sentía sofocado por lo que retiro su camiseta en un intento de retirar el ahogo que empezaba a sentir. Su pie chocó con un delgado objeto y después escucho un pequeño estruendo.

Trató de regular su agitada respiración para levantarse y observar que había tirado. Miró hacia el piso y vio su teléfono desarmado en el piso y no pudo evitar gruñir.

Vio en la tapa una lámina de algo plateado y acerco a ver qué era; una lámina de acero inoxidable, una cuchilla.

La agarró con furia lastimandose los dedos que empezaban a sangrar ante el toqué del pequeño objeto.

El dolor no lo dejaba pensar claramente por lo que sin pensarlo dos veces comenzó a pasar la cuchilla repetidamente por su desnudo brazo provocando que aberturas en su piel de las salían sangre.

No sentía dolor ante esto por lo que empezó a hacerlo con más fuerza, cuando por fin empezó a sentir dolor hizo dos cortes más sobre su piel de los que salió más sangre que las anteriores.

El dolor que sentía en su pecho ahora era menor del que sentía en su brazo, se concentró en ese dolor lo suficiente para poder olvidar el otro, calmandose lentamente hasta que se quedó dormido con dolor en el brazo ensangrentado, pero ya no en el corazón.

Luces apagadas||Joerick||Terminada||Where stories live. Discover now