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— ¡Por fin!— Jadeé, tirándome en la cama, noté como mis piernas hormigueaban con un cosquilleo, signo del cansancio.

La alarma comenzó a sonar, y mi paz solo duró cinco minutos.

Di un brinco del colchón, corriendo hacia la ducha, abrí el grifo para dejar correr el agua sobre mi cuerpo.

Froté mi cabello con fuerza, dejando que el agua lo aclarase después.

Salí del baño oyendo a Pamela llorar, fui saltando a la pata coja liada en la toalla mientras trataba de meterme los leotardos del uniforme.

Tras terminar con ello y por fin estar vestida, me hice una trenza alta aun con el pelo mojado.

A toda prisa, corrí escaleras arriba, entrando en la habitación de la pequeña, la cual ya estaba tranquila, en los brazos de su hermano mayor.

Me mantuve distante, sin querer interrumpir tan tierno momento, él la sostenía contra su pecho, susurrándole una nana en voz baja, Cristian podía tener una voz tan terrorífica y macabra como melódica y dulce.

Definitivamente este hombre había sido creado por el mal.

En silencio, observé su ancha espalda, su figura alta se balanceaba, de un pie a otro, meciendo a la pequeña que, chupándose el pulgar, volvió a conciliar el sueño.

Él la dejó en su cuna tras darle un beso en la frente.

—Perdón por tardar en venir a cuidarla, me estaba duchando.— Me excusé, a lo que él, como siempre, tan solo hizo una mueca y siguió de largo, pasando por mi lado como si no existiera.

Solté un profundo suspiro de anhelo justo en el momento que nuestros cuerpos estuvieron alineados en el marco de la puerta, él giró su rostro hacia mí, contrariamente a lo que solía hacer.

Sus dedos volvieron a tomar mi mentón, obligándome a mirarle, haciéndome alzar la barbilla.

—Ya no sangras.

Y por primera vez, en aquel largo año que llevaba viviendo junto a él, Cristian me regaló una sonrisa.

Si de por sí ya me parecía hermoso, verle así, no tenía forma de ser descrito, la manera en la que sus ojos brillaban, y ese halo de luz que emitía su expresión cuando ''parecía'' estar feliz... simplemente, resultaba mágico.

—No, no sangro.—Fue todo lo que pude decir.

Sus dedos se apartaron de mi mentón, a lo que accidentalmente por el movimiento de mi rostro, sus nudillos acariciaron mi mejilla.

Porque fue accidental ¿verdad?

Él siguió escaleras abajo, con las manos metidas en los bolsillos, también se había duchado, olía delicioso a su gel y su cabello de igual forma se veía húmedo, brillante con aquel precioso color azabache heredado de Dakota.

Como sus profundos ojos azulados iguales a los de Alan. Sacó lo mejor de cada uno respecto a físico.

Y lo peor en cuestión de personalidad.

Mi mano se posó en la zona que sus nudillos habían rozado, notándome avergonzada y a la vez en un estado de emoción del que no quería salir.

Fue un accidente, pero el mejor accidente de toda mi vida.

''Espabila niña, tienes muchas tareas que hacer y un trabajo que entregar en la universidad''

¡Mierda!

Moví la cabeza de un lado para otro, corriendo por las escaleras sin hacer ruido para no despertar a Pamela, entonces, la puerta sonó y pude temerme lo peor.

CRISTIANWhere stories live. Discover now