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—¿De verdad que no has copiado?—El profesor me miraba con cierta desconfianza, hasta yo desconfiaría de mí misma si hubiese hecho el trabajo y es que, el nivel cultural de Cristian superaba a cualquiera de los que estuviese en esta universidad.

¿Por qué tuvo que hacer el trabajo con tanta perfección?

—No, en absoluto.—Respondí, mirando hacia otro lado, se me daba tan mal mentir.—Solo.. .me ayudaron un poco.—Añadí, mordiéndome la lengua.

—¿Te ayudaron? ¿Quién te ayudó?—Arqueó una ceja.

Suspiré.

—Cristian, profesor.

—¡Cristian!—Se sorprendió gratamente.—¿Cristian Miller? No sabía que tuvieses amistad con ese muchacho.

—Ya, yo tampoco.

—¿Cómo dices?

—Nada.— Desvié mi atención hacia una mosca que revoloteaba en el aire.

—Cristian es muy inteligente, demasiado, sus capacidades superan las de todos los alumnos de esta universidad, en toda su historia.

Por favor, que no diga esto delante de él, o no habrá quien aguante su ego.

—Sí...es un chico listo.—Repasé mis labios resecos, balanceando mis pies de talones a puntas.

Me sudaban las manos.

—Bueno, aceptaré el trabajo, no ha debido ser fácil para un chico como él tener que colaborar con...—Me miró distintivamente, yo arrugué el ceño.—Semejante alumna.

Margaret, ¿eres tú?

—Gracias por tan calificativa descripción.—Añadí.

—No lo tomes a mal, Alexandra, pero eres un desastre.

''Alex, muérdete la lengua y ve a comer chocolate''

—En absoluto, mientras me apruebe, puede llamarme todo lo que quiera.—Me observó en silencio.—Que...tenga un buen...día.— Me despedí, algo incómoda, saliendo a toda prisa para cerrar la puerta del aula.—Uf...

—¿Todo bien?

—¡Por Satanás!— Escupí, no esperándomelo.— ¿Puedes dejar de hacer eso?

—¿Hacer qué?—Su expresión neutral, fría y distante como siempre, su postura rígida.

Ah... se veía tan guapo con ese suéter color rojo, era el tono que más le favorecía.

—Asustarme.

Una sonrisa socarrona en su rostro.

—El día que yo quiera asustarte...Alex...

—Bah, no das tanto miedo.—Hice un gesto con la mano, tratando de pasar de él.

—Seguro que no.—Murmuró detrás de mi, siguiéndome.

—¿Ahora te dedicas a chuparme el culo? ¿Dónde está la idiota de tu novia?

—¿Prefieres que me vaya con ella?

Apareció por el otro extremo del pasillo, frente a mi, cortándome el paso para apoyarse justo sobre la puerta de mi taquilla.

¿Cómo a...? No puede ser.

—¿Tú eres humano?

—No.

Entorné mis ojos notándome hipnotizada por sus malditos ojos azules.

Traté de ser fuerte y aguantar hasta que se dignase a irse de mi taquilla.

CRISTIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora