9

14K 1.6K 716
                                    


Cristian


Me tiembla el pulso, no soy capaz de contenerme, no puedo estar quieto, no puedo parar.

Cientos de voces sacuden mi cabeza una y otra vez, es como caer en picado en el infierno, y ser sacudido por miles de demonios.

—Cristian.—La voz de mi padre me detiene, mi madre me mira con preocupación y enfado, ella está de parte de Alexandra y yo aborrezco toda esta estúpida situación.—Tienes que contenerte.

—Lo sé, estoy bien. —Miento, sentándome en la silla, aprieto mi mandíbula echando mi cabeza atrás, pasando mis dedos por mis cabellos negros, grito y rujo en voz baja, soltando un puñetazo en la mesa para seguir dando vueltas por la cocina.

—¿Quieres hacer el favor de calmarte?—La dureza con la que mi madre me habla me parece ridícula.— Solo ha salido al cine y a tomar algo con un amigo, ''un amigo'', simplemente eso.

—Un amigo que está loco por follársela.—Le recuerdo.

—¿Y? No puedes controlar lo que otros chicos sientan por ella, es guapa, y es natural, ¿por qué esa carencia de autoestima, Cristian? Deberías estar más seguro de ti mismo.

—Oh venga ya, no seas ridícula.—Escupo, volviendo a sentarme en la silla.— Mi autoestima está perfecta.

—Dakota, esto no funciona así.—Interviene mi padre a lo que ella le mira de forma aprensiva, ambos comparten una mirada con la que se comunican cuando no quieren que yo me entere.

—Os recuerdo que puedo leeros la mente.—Murmuro, masajeando mi sien, qué castigo, ojalá pudiera ignorar tanta mierda.

—Entonces ya sabes lo que ella siente por ti.—Prosigue mi madre.—¿Por qué te torturas tanto, hijo?

—¡El problema no es lo que ella siente! ¡Es lo que yo siento!—Rujo, desesperado.— Quiero matarla, ¿cómo te lo explico? Deseo su puta sangre, quiero despellejarla viva.

—Cristian, por el amor de Dios...—Ruega, cerrando los ojos, tratando de digerir la crudeza de mis palabras.—No hables así.

—¿Hablar como? ¿Cómo un monstruo? Es lo que soy, madre.

—Cristian.—Mi padre me nombra de nuevo, con las manos en los bolsillos y una actitud despreocupada.— Cuanto antes aceptes lo que sientes por ella, menos doloroso será, yo pasé por lo mismo con tu madre.

—No es así, no es igual, papá, no es lo mismo.—Trato de explicar.—Una parte de mi me exige que la eche de mi vida, que la mande a la mierda y la borre para siempre de mi memoria, pero otra, desea poseerla y destruirla, por haberme hecho esto, por haberse atrevido a hacerme sentir tan vulnerable.

—Así que de eso se trata.— Mamá vuelve a meter el dedo en la herida.— Te jode que una mujer tenga el poder sobre ti, eres tan orgulloso y altanero que no soportas que tus sentimientos pendan de esa chica ¿no? Te jode mucho sentir celos, sentirte humillado o rechazado, o sufrir la amenaza de que otro te pueda arrebatar su amor.

—Cállate.

—No le hables así a tu madre.—Chista mi padre rápidamente, a lo que le observo con odio, nos queremos, pero no sería la primera vez que nos liásemos a golpes.— No escuches a ninguna de las dos partes, Cristian, ni a la que te dice que la eches, ni a la que te pide que la mates, escucha a esa pequeña voz que te ruega que la protejas y la ames.

Me río, primero es una mueca, luego una sonrisa ancha y por último una carcajada frenética.

—Esa puta voz no existe, padre, no hay nada en mi que desee protegerla, mucho menos amarla.

CRISTIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora