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Cristian.

Una locura, eso era en lo que se estaba convirtiendo mi vida, más de lo que ya era.

Sé que no debo intervenir en su vida ni meterme en sus asuntos, pero simplemente... no he podido evitarlo. Es como cuando eres adicto a la coca y contemplas una raya de esta sustancia frente a ti, en plena crisis de ansiedad. ¿Puedes controlarlo? Claro que no. ¿Puede un alcohólico resistirse a una copa cuando está muerto de sed? En absoluto.

Después de todo, sigo teniendo algo de humanidad.

Debilidades, tan solo eso.

Lo que más detesto.

El cadáver de ese tal ''Fabricio'', ha terminado en el fondo del pantano que hay en el antiguo Clave Ski, el cual lleva décadas abandonado. Para cuando lo encuentren, si lo hacen, estará muy podrido, además, aproveché para saciar mi necesidad de comer carne humana, nadie pensará que una persona normal ha podido hacer algo así.

Y de paso, me eché una larga siesta en el avión.

Pobre muchacho, era un chico guapo, ¿guapo, eh?, pero no lo suficiente para mi Alexandra, realmente, ella es demasiado buena para todos.

Incluso para mi.

¿Estoy dispuesto a permitir que otro pase por encima de mi enorme ego? Uf, complicado, aun así, no tengo otra alternativa, si la quiero hacer feliz, debo dejarla libre.

Me costó tanto no llevármela conmigo, me costó tanto no quedarme con ella...

''Deja de pensar en ella de una vez''

Killer me recuerda donde estoy y porqué he venido aquí, necesito trabajo, entretenimiento, no puedo seguir encerrado en un cuarto mientras mi mente psicópata se desborda, he pensado en hacer arder  el edificio al menos unas cien veces y sé que a la ciento y una, va la vencida.

Tengo que controlar al criminal que hay dentro de mi, es como llevar una bomba de relojería dentro del pecho, que sabes que si explota puede hacer daño, mucho daño, a todos menos a ti mismo.

Lo peor de todo es que me gusta tanto la idea....

Tan cínico, joder.

Las puertas del ascensor se abren frente a mi, ha sido un viaje largo, mi móvil está apagado, no he querido tener la sensación de recibir una mensaje de Alex, porque sé, que estoy en la cuerda floja.

Camino, veo mis ojeras marcadas en mi piel en el reflejo de los cristales con efecto espejo que bordean las oficinas, siempre he tenido ojeras, toda mi vida.

Cuando llego al lugar adecuado, el de seguridad me revisa para comprobar que no llevo armas, lo han hecho ya como unas tres veces en lo que llevo de recorrido hasta la planta.

—¡Cristian! ¡Que gusto conocerte en persona al fin!

Ruby Gold, el pez gordo de los peces gordo está frente a mi, con su pelo rubio atado en una coleta trasera, lleno de canas, tiene un ojo de cristal y se encuentra en estado tetrapléjico, tan solo puede hablar, respira de forma artificial, está conectado a una maquina adherida a su silla de ruedas.

Le conozco, y me conoce, pero de forma indirecta, siempre por temas relacionados con el trabajo al que se dedica mi padre de facilitarles las cosas, siempre a cambio de algo que nos beneficie, por supuesto.

—Encantado, Señor Gold.— Inclino la cabeza mostrando respeto, no se lo debo, pero en ocasiones me gusta ser educado.

—Por favor, llámame Ruby, somos amigos.

CRISTIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora