10

15.1K 1.7K 1.7K
                                    

Desperté.

Extrañamente a lo que esperaba antes de quedarme dormida, no tenía los brazos dormidos por haberlos tenido atados toda la noche, ni me dolían las muñecas.

¿La razón? Ya no estaba atada.

Y la almohada, se sentía más cálida y dura de lo normal.

Espera un momento...

Abrí los ojos, dándome cuenta de que estaba acostada sobre su pecho, con mi mano justo encima de su abdomen, sus dedos entrelazados a los míos.

Él dormía plácidamente, respirando tranquilo, no había rastro de esa bestia loca que había visto en la noche, ahora era el chico tranquilo del que me había enamorado.

''También te gusta el loco, reconócelo''

Bueno, pero cuando no quiere matarme, está mejor.

Intenté moverme un poco, más su brazo derecho me apretó fuertemente contra él, acostándose de lado frente a mi, su boca estaba a un centímetro de la mía, seguía dormido.

Vislumbre ese precioso rostro angelical, su cabello negro lucía hermoso así despeinado, cayendo sobre su frente y esas densas pestañas.

¿Cómo mierdas se podía estar tan bueno?

Y ese puto olor corporal que tenía de forma natural, era delicioso, joder.

Escuché a Dakota y Alan hablar desde la cocina, debía levantarme para hacerles el desayuno, ducharme, vestirme para la uni y mis cientos de obligaciones diarias, no podía estar aquí perdiendo el tiempo con Cristian, aunque fuese lo único que realmente me apetecía hacer.

Agarré su antebrazo con mis dos manos, tratando de levantarlo, era muy pesado y es que este hombre a parte de alto era fuerte como un condenado.

Logré sacar mi cintura de debajo de ''sus garras'', más cuando estuve a punto de ser libre volvió a capturarme apresándome junto a él.

—Cristian, tengo que...

No reaccionaba.

¡Socorro!

Intenté de nuevo lo mismo, arrastrándome por el colchón hasta llegar al borde, adiviné su intención de volver a por mi, a lo que le puse la almohada y se abrazó a ella.

¡Bien! ¡Soy libre!

Esto era como intentar escapar de la guarida de un oso o algo así.

Logré al fin salir al exterior de la habitación, cerrando con cuidado, al encontrarme con Dakota de frente, en mi situación de despeinada, maquillaje corrido y desnuda con una sudadera de su hijo, mi cara se tiñó de rojo mostrando una profunda vergüenza.

Pero ella no hizo más que sonreír y darme un fuerte abrazo.

—¿Estás bien?—Preguntó en voz baja contra mi oído.

—Sí...he sobrevivido.— Mostré una sonrisa torcida.

—Él nunca te haría daño.—Prometió, como si necesitase creérselo más ella que yo misma.—Lo sé.

—Yo tengo mis dudas.—Respondí honesta.—Pero igualmente, no voy a separarme de él.

Silencio incómodo.

Acababa de darme cuenta que había hecho una declaración de pleno amor a la madre de mi obsesión compulsiva, y ella tan solo me miraba con una expresión tierna.

Tragué saliva.

—Él tampoco te dejaría separarte.

—Él jura que me odia.

CRISTIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora