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—El amor, tiene cientos de formas de manifestarse.— Comentaba el profesor, quien aunque no tuviese nada que ver con su materia, siempre nos daba una clase de filosofía. Su filosofía.— No siempre se muestra de la forma en la que comúnmente lo conocemos, a veces, el odio, es también un tipo de amor.

Mi distracción se dispersó, pasando de dibujar garabatos a observarle detenidamente, llevaba su típico traje de color marrón con camisa de cuadros azules. ¿Solo tenía uno y lo lavaba todos los días? ¿O se los compraba todos iguales?

—El odio no es un tipo de amor, profesor.—Comenté sin poder evitarlo, este tema tocaba mi sensibilidad.— El amor es un sentimiento puro, el odio, es sin embargo, algo maligno, no se puede considerar amor.

Él guardó silencio, pensó durante unos segundos y apoyó su trasero en la mesa, cruzando los brazos a la altura de su pecho.

Sus gafas apoyadas en el puente de su nariz.

—¿Qué es el amor, Alexandra?

—Pues...—Buena pregunta.—Querer cuidar de alguien, protegerle, desearle cosas buenas.

—Yo deseo el bien a todo el mundo, pero no siento amor por todo el mundo.—Me contradijo.—¿Cuándo te das cuenta de que te has enamorado de alguien?

Intenté responder, negué sin saber qué decir, él decidió tomar la palabra.

—Amas a alguien cuando tu mente piensa demasiado en esa persona, cuando vive tanto fuera como dentro de nosotros, cuando no somos capaces de dar un paso sin esa persona. En resumidas cuentas.—Tosió.—El amor no es más que un sentimiento ''obsesivo'' por alguien, y el odio, ¿qué es el odio? Exactamente lo mismo al amor, pero en sentido opuesto, es obsesión.

—¿Está diciendo usted que el odio es bueno entonces? ¿Qué las personas ''que hacen daño'' tienen causas justificadas para hacer lo que hacen?

—Siempre se dijo, ''del amor al odio solo hay un paso'', y una distancia tan corta, no es posible si no es dentro de un ''algo'' que es simplemente ''lo mismo'', el amor y el odio son un solo sentimiento, expresado de diferente manera, no con esto justifico a las personas que hacen daño, pero sí he reflexionado durante años sobre esto, y he tenido claro, que lo hacen por amor.

El profesor dio una palmada dando la clase por finalizada, a lo que todos los alumnos empezaron a levantarse para irse, la mayoría hablaban sobre otros temas, algunos bostezaban. Estaba segura de haber sido la única en prestarle atención al profesor.

Esperé mientras guardaba mis cosas a quedarme a solas con él.

—¿Todo bien, Alexandra?— Cuestionó, observándome por encima de sus gafas, ya sentado de nuevo en su mesa.

—Quería hablar con usted de algo.

El profesor Santana era un hombre paternal, que inspiraba confianza, vivía solo con dos gatos, y no tenía hijos. Su esposa murió hacía algunos años, ambos eran estéril.

—Claro, adelante.—Dejó sus dedos entrelazados sobre su cuaderno, dispuesto a escucharme.

—Verá....—Esto era difícil.—Es que estoy haciendo un trabajo sobre las mentes criminales.—Mentí.

—Que interesante, siempre me han gustado mucho esos temas.—Se quitó las gafas, frotándose los lagrimales.—Cuéntame.

—Mi duda es, lo que más me planteo es, lo que quiero saber es...—No tenía ni idea de por donde empezar.—¿Puede un psicópata con instintos puramente asesinos cuyas células espejos son meramente inexistentes enamorarse de alguien?

CRISTIANWhere stories live. Discover now