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Cristian.

Caminé hasta el despacho de mi padre, observando mi reloj de pulsera, ya faltaba poco para que nuestros invitados llegasen.

Entré sin avisar, él conocía mis pasos y sabía de sobra que era yo. Le vi sentado en su asiento de siempre, de espaldas a la entrada, observando la nada.

—¿Qué te cuenta Schizo?— Pregunté con intriga, colocándome a su lado, de pie, con las manos a la espalda, él las tenía en cruz a la altura de la barbilla.

—¿Qué te cuenta Killer?

Nos miramos, sonreímos.

—Perdóname, Cristian.

—No es tu culpa.

—Yo no elegí ser así.

—Lo sé, nadie en su sano juicio elegiría una carga así, pero es lo que somos, y es con lo que nos toca lidiar ¿no es así?

Silencio.

Mi padre se culpaba demasiado.

—Tus hijos serán como tú, posiblemente.—Añadió.

—Quizás.

—¿Te preocupa eso?

Pensé.

Negué.

—Realmente no.

—A mi me atormentó la idea contigo, durante mucho tiempo, después me fui acostumbrando, supongo que no lo entiendes porque aun no eres padre.

—No se trata de ser padre, se trata de aceptar lo que somos como algo normal.— Apoyé mi mano sobre su hombro, los ojos azules de mi padre, se reflejaron en los míos.—Somos distintos, padre, pero es lo que somos, no podemos estar toda la vida menospreciándonos.

Él asintió silencioso.

—Supongo que se trata de eso, por mucho poder y éxito que tengas, Cristian, al final, siempre te sientes distinto, es una mierda.

—A mi me gusta ser diferente.—Comencé a caminar lentamente por el despacho, mi padre seguía inmóvil, con la vista fijada en la estantería repleta de archivos criminales. — ¿Cómo lo haces?

—¿Qué cosa?

—Cuando deseas cortarle el cuello a Dakota.

Mi padre cerró los ojos con pesadez.

—Disculpa ser tan crudo.—Añadí.

—Pienso en cómo me sentiría sin su sonrisa, si oir su voz, sin sus caricias... sin todo lo que ella aporta a mi vida.

—¿Solo eso?

—Sí, ''solo eso'', lo es todo para mi, Cristian.

—No quiero que ''solo eso'', lo sea todo para mi, padre.

—Te aterra ser débil ¿eh?

—Me disgusta el amor.—Confieso.— Y por eso pienso castigarla, no tiene derecho a hacer que me sienta así.

—Cristian...

—La detesto, deseo torturarla y sacarle hasta la última gota de sangre mientras suplica piedad.

—Cristian.—Su voz, severa.

—Nunca voy a amarla, nunca vamos a ser como tú y mi madre.—Juro, abriendo la botella para servirme una copa de ron y tragármela de golpe.—Y esta noche, me la voy a follar.

—Esa niña, daría su vida por ti.

Mi pecho, cerrándose.

Odio estos sentimientos.

CRISTIANWhere stories live. Discover now