18

14.6K 1.5K 1.1K
                                    


Todo era extraño, casi irreal.

Los Miller estaban más callados que nunca, ni siquiera Margaret tenía ganas de decir alguna de sus impertinencias.

O Cristian, que no destacaba por ser agradable, pero si por su encantadora antipatía.

Muy raro.

Serví la cena, acabando de colocar bien los cubiertos mientras los veía mirar el televisor, en total silencio, Cristian de vez en cuando revisaba su teléfono, levantándose del sofá para venir a la cocina, mirarme y volver a irse.

Se había ofrecido a ayudarme en algunas ocasiones, pero como siempre, yo renegaba de ello.

—La cena está lista.—Avisé, a lo que entre miradas tristes, se levantaron para ir a la mesa, Cristian fue el último en acercarse.

Cuando estuve a punto de retirarme, su mano tomó la mía, apartando una de las sillas.

—Cena con nosotros.— Su tono de voz no parecía una orden, no estaba en esa posición de ''poder'' que solía mostrarme.

—Cris... estoy cansada, y llevo todo el día comiendo porquerías, voy a terminar como una vaca.

Sus ojos brillaron de una forma especial, una sonrisa disimulada se dibujó en sus labios.

—Aunque te pusieses como una vaca, seguirías siendo muy guapa.

Mis mejillas sonrojándose.

Alan carraspeó la garganta, echándole un poco de ensalada en el plato a Margaret, luego a Dakota, y por último a él mismo.

—¿A mí no me pones de comer?—Se quejó Cristian con voz de niño enfadado.

—A ti que te den.

—Ah, qué sería de mi sin unos padres tan cariñosos.

Cristian tomó asiento, retirando la silla a su lado para invitarme a sentarme junto a él, no tenía hambre, pero me extrañaba la situación así que decidí quedarme para ver qué diablos se estaba cociendo en esta familia.

Comenzamos a comer, en total silencio, tan solo se oía el masticar de Margaret, y la forma tan ''sofisticada'' que tenía Alan de beber vino, haciendo ruidos exagerados, para luego reírse.

Algunas cosas no cambiaban nunca.

Cristian comía como lo hacía todo, sumamente elegante, tranquilo, distraído y serio.

Distante, frío.

Simplemente me volvía loca ese saber estar que tenía el muy maldito. Y pensar que alguien así estaba totalmente loco.

Qué cosas.

Sus dedos largos y finos, sostenían los cubiertos, este tomó un trozo de pan partiéndolo, llevó un pedazo a mi boca.

—¿Quieres?

Negué, sonrojándome.

—Pues más para mi.—Siguió sin decir nada, masticando con la vista perdida.

—¿Y a qué hora coges el avión?—Preguntó Alan, con los párpados semi caídos, su expresión se mostraba preocupada.

Espera, ¿avión?

—De madrugada, en nada me iré. —Respondió, llevándose el puño a la boca para carraspear la garganta.

Dio un largo sorbo de vino.

Mis piernas comenzaron a temblar, al mismo tiempo que mi estómago se cerraba negándose a recibir alimento.

¿Cristian se iba? ¿A dónde? ¿Desde cuándo? ¿Por qué?

CRISTIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora