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Pamela por fin dormía, tenía indigestión por lo que pasaba muy mal las noches. Dakota estaba tirada en el sillón que había junto a la cuna, con la cabeza hacia atrás y la boca abierta, casi roncando.

Era una mujer luchadora, trabajadora, incansable, que lo daba todo por su familia. Por su complicada familia.

La admiraba muchísimo, y no creía que hubiese en el mundo alguien tan ejemplar y con tanta dedicación hacia sus seres queridos.

Le quité los tacones, agarrándole el cuello con cuidado para despertarla.

—Señora, debería ir a la cama.

—Mamá... no quiero ir al instituto...hace frío...

Oh dios.

Me reí haciéndome gracia verla así, era una mujer ya de 36 años, toda una señora adulta, guapa y seductora, pero a veces seguía siendo como una niña.

Alan y Cristian habían vuelto a salir, así que solo estábamos Margaret, Dakota, Pamela y yo. Tras la llegada de Cristian con el dinero, y su muestra de enfado conmigo, Alan recibió una llamada de teléfono y tuvieron que irse a toda prisa.

Cuando el cabeza de familia no estaba, Dakota gustaba dormir en la habitación de Pamela, así que la conduje en estado somnoliento hacia la cama individual que estaba al lado de la cuna, ella se encogió recostándose de lado, abrazando la almohada, y yo tiré de la colcha para abrigarla hasta los hombros.

Una sonrisa se dibujó en su rostro, plagiándose en el mío.

Yo quería mucho a Dakota.

—Buenas noches, jefa.—Murmuré.—Buenas noches, princesita.— Me despedí de Pamela, apagando la luz para dejar la puerta entreabierta.

Tenía que empezar a hacer ese trabajo y ya eran las tres y media de la madrugada.

Bajé cada uno de los escalones bostezando, viendo como Margaret aun seguía en la mecedora, viendo películas del oeste.

—Señora, es hora de descansar.—Comenté, llevándole un vaso de agua con sus pastillas para poder dormir.

Ella me miro con reproche.

—Los duendes quieren terminar de ver la película.

—Dile a los duendes que mañana podrán terminar de verla.

—Ah... que incordio.— Suspiró, cogiendo el vaso para tragarse las pastillas seguidas del agua.— ¿Y tú? ¿Cómo llevas lo tuyo?

—Bueno, mis notas no mejoran, la verdad es que la inteligencia no es mi don.—Realmente, mi único don era ser una histérica de mierda.—Pero aprobaré.

—No me refería eso.—Siguió viendo la película.

—¿Y a qué se refiere, Margaret?

Me gustaba mucho hablar con ella, era una mujer con experiencia en la vida que tenía respuestas para todo, una vez me contó superficialmente algunas de sus vivencias en el centro de enfermos mentales, las torturas a las que fue sometida, y como el apoyo de Alan era lo único que la sostenía.

No era su madre biológica, pero siempre se cuidaron el uno al otro como madre e hijo.

—Cristian.

Tragué saliva, notando mis hormonas revolucionarse tan solo con escuchar su nombre.

Sí, Margaret era la única que sabía mi secreto.

A parte de mi amiga.

Y es que, aunque no se lo hubiera contado, ella misma se dio cuenta y me desenmascaró, pero me había guardado el secreto.

CRISTIANWhere stories live. Discover now