Prólogo

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Prólogo

     Allí hay una niña, una pequeña rubia de ojos azules, su rostro se nota algo ansioso, luce un jean y una camisa gris desteñida, aunque no lo parezca es su mejor ropa.

     Con nueve años no es muy alta, y su cabello largo está atado en una coleta. La pequeña de grandes ojos se aferra a su abuela, una mujer muy sencilla con rostro cansado.

     —Pequeña Roma, deberías ir con tu madre —dice la abuela levantando el rostro de la niña—, anda —la despega de sí y le da un leve empujón hacia adelante.

     Sin muchas ganas, ella camina, no es que no quiera a su mamá, pero esta luce tan ansiosa que la niña prefiere quedarse con su abuela, no quiere desaprovechar un segundo de estar con ella, cada vez que viene, debe disfrutarlo.

     Tambaleante toma la mano que cuelga a un lado de su mamá, la cual con un suspiro entrecortado la recibe aferrándola sin dejar de mirar al frente.

     Segundos pasan cuando la puerta a distancia se abre con un sonido mudo, ambas brincan en expectación y nerviosismo.

     El corazón de la pequeña Roma, late, acelerado y ansioso.

    Un desfile de hombres altos uniformados comienza a hacer presencia, provocando un fuerte sonido de pisadas, de repente el aire de aquel aeropuerto se siente cada vez menos.

     La mujer de cabello castaño claro corto, lo mejor peinado posible, muy delgada, luce con gracia su sencilla ropa, porque es joven y bonita, tiene apagados ojos azules brillosos por la expectación. Aprieta la mano de su hija pequeña, mientras ve a cada militar desfilar por el aeropuerto.

    Un hombre aparece a la vista, alto, con el cabello rapado y ojos azules, con una pizca de brillo luchando por no extinguirse, se ve totalmente agotado

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    Un hombre aparece a la vista, alto, con el cabello rapado y ojos azules, con una pizca de brillo luchando por no extinguirse, se ve totalmente agotado. Camina con una mochila en su hombro, buscando a alguien con la mirada.

    Es él.

     La pequeña rubia suelta la mano unida a su madre y emprende una eufórica carrera hasta brincar en los brazos abiertos de aquel fuerte hombre arrodillado en el suelo, quien la envuelve con todo el amor, el dolor y el alivio que puede existir

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     La pequeña rubia suelta la mano unida a su madre y emprende una eufórica carrera hasta brincar en los brazos abiertos de aquel fuerte hombre arrodillado en el suelo, quien la envuelve con todo el amor, el dolor y el alivio que puede existir.

#2 RomaWhere stories live. Discover now