C. 3.

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Despierto con miles ganas de sacarme la nariz a cuchillazos, me siento en mi cama, tratando de encontrar algún tizzu por el piso de mi habitación tirado. Cuando por fin encuentro uno, voy hacia este y me sueno la nariz.

Es obvio que tengo gripe, luego de permanecer toda la jodida noche en el patio de la casa junto a mamá, Mark y Ross, quienes hablaban de fútbol mientras yo admiraba la pantalla de mi celular. Se quedaron despiertos hasta las cuatro de la mañana, y por supuesto, para demostrarle a Mark que no soy una maleducada tuve que quedarme al lado de ella con la boca cerrada.

Por lo menos pude sacar bien las personalidades de cada nuevo integrante de esta incómoda convivencia. Mark, es un buen hombre, y al igual que yo, parece no soportar mucho a su hijo. Ross, es un total narcisista, solo habla de él, de sus supuestos tres autos, que por cierto no he visto ninguno hasta ahora, y de los deportes que practica, perdí la cuenta de ellos luego de llegar hasta doce.

Mamá está encantada con Ross, cosa que me aterra, en la madrugada hizo un comentario de que por favor me enseñara algún deporte ya que paro de vagoneta aquí en casa, cosa que provocó una carcajada por parte de Ross y un estremecimiento por mi parte.

Sentí que me humillaron.
Junto a Mark, cuando mamá comenzó a contar todo lo que hago en casa, estudiar, Facebook, ver series, comer y dormir. Los tres reían, excepto yo.
Pero decidí dejarlo pasar solo por esta vez, la próxima vez me pondría cerca y me aseguraría de callar la boca de Ross... digo, de mamá.

-¡El desayuno esta servido!
Exclama mamá, tocando mi puerta.

Mis pies se mueven hasta la puerta, y al abrirla, veo a mamá y a Mark conversando animadamente, los dos están bien vestidos. ¿Saldrán? ¿Tan temprano?

–Hasta que al fin despiertas- me dice mamá, sonriente– Acompañaré a Mark a ver unas cosas respecto a la mudanza, Ross está en la cocina desayunando, ve con él.

Sonrío finjidamente y sin decir ni una palabra, bajo los escalones, estornudando una y otra vez.

-Ag- murmura Ross, al verme, lo miro mal- Lo digo por tus bacterias.

-No tengo ninguna bacteria.

-Claro que sí, estas enferma.

-No lo estoy.

Me siento en la mesita de desayuno, no sin antes tomar un plato. Comienzo a poner panqueques sobre mi plato, y luego vierto la miel sobre estos.

‐¿Puedes pasarme un tenedor y un cuchillo?
Le pregunto a Ross, tocándome la cabeza.

Ross me observa.

-No- contesta, con una sonrisa que me pone de pelos- Dí la palabra mágica.

Frunzo el ceño.
Esta en mi casa, ¿y se atreve a hablarme de esa forma?
Muerdo mi lengua para no responderle mal.

-Por favor Ross pásame un cuchillo y un tenedor.

Ross bebe de su vaso.
Con una paciencia inquietante.
Se limpia los labios con una servilleta y vuelve a conectar su mirada con la mía.

-Esa no es la palabra mágica.

-Esa es.

-No lo es- ríe.

-En el kinder me enseñaron que las palabras mágicas son, por favor, gracias, me prestas, perdón... ¡ah! Y con permiso.

Ross vuelve a reír.
Y mis ganas de darle una piña en la cara aumentan de una manera increíble.

-Bueno, pero esa no es la palabra mágica que tienes que decir.

-¿Entonces?

-Ross sexy Lynch, por favor guapo, ¿podrías pasarme un cuchillo y un tenedor? así no quieras de todas maneras gracias rey Lynch.

Solo hermanos; Ross LynchWhere stories live. Discover now