Inicio | Parte 4

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Aproximadamente a las 4 de la tarde, ambos se encontraban en el amplio jardín del hogar del peruano; sin embargo, no estaban solos, sus pequeños amigos eran sus acompañantes.

Los dos cachorros correteaban por todo el lugar mientras jugaban entre ellos; «Causita» simplemente seguía los pasos de Manuel y Miguel.

El sol se seguía presentando radiante en ese horario, y sus rayos iluminaban aquel campo abierto. El día era caluroso, pero los vientos que soplaban aquella tarde, refrescaban a quienes yacían alrededor de variedades de árboles y plantas.

Miguel se sentó debajo de un árbol de manzana, seguido de Manuel y «Causita». Los tres miraban como los pequeños cachorros correteaban por el lugar, y al mismo tiempo la temporada de verano los saludaba con un magnífico día.

Después de meditar sobre sus pequeñas mascotas, Miguel suspiró con añoranza.

— Cuando me establezca en una casa propia y sin tener que tener que agobiarme por el excesivo trabajo, tendré una tortuga. — Derrepente aquellas palabras salieron de los labios del peruano.

— ¿Una tortuga?— El menor frunció ligeramente su ceño en señal de duda.

— La llamaré «Flash». — Sonrió suavemente sin quitar la vista de los cachorros.

Manuel se perdió en esa conversación unilateral de Miguel. Felizmente, el más bajo volteó a mirarlo para explicarle.

— A mí siempre me han gustado los animales, y durante un buen tiempo pensé que solo era dirigido para los perros y gatos; pero después de adoptar a «Causita», reconsideré mi gusto por todos los animales en general. — Explicó. — Así que un día me puse a pensar en las mascotas que realmente quisiera tener; fue así que llegué a la conclusión de que en un futuro quiero tener dos perros, dos gatos, una tortuga, un par de minis «Causita», y quizás también algunos peces. — Manuel inmediatamente notó como la mirada de Miguel se iluminaba.

No era por lo radiante del día, ni por el natural color de ojos del mayor, esta vez esa luminosidad en su mirada era por anhelo.

Manuel nunca vio aquel brillo singular en Miguel. En ese momento decidió, que era lo más hermoso que había visto. Su corazón se alegró.

— Te comprendo, yo también quisiera tener algún día toda una jauría en mi hogar. — Miguel le prestó toda la atención a su persona. — Incluso cuando obtenga el dinero suficiente, quisiera donar casi todo en refugios para animales.

Nuevamente vio aquel singular brillo en los orbes dorados.

— ¡Yo también! — Sonrió con mayor efusividad. — Les daría grandes donaciones de dinero a los huérfanos, animales y a los ancianos que han sido abandonados. — La mirada llena de esperanza y aquella grande sonrisa no se desvanecían del rostro del mayor. — Nunca pensé que tuviésemos metas similares. — Manuel vio como aquel hermoso hoyuelo en la mejilla derecha del peruano se acentuaba.

Manuel seguía prendido de la emoción genuina de su compañero, sin embargo, su atención se alejó de aquel rostro angelical, cuando hubo visto las letras negras remarcadas en la muñeca de Miguel.

— ¡Pedro nunca me dijo nada de eso sobre ti! — Se quejó el mayor aun sonriendo. No obstante, también se dio cuenta de lo que miraba Manuel. — Oh, este tatuaje me lo hice hace tiempo en el cumpleaños de Pedro. — Explicó.

Manuel asintió.

— Lo sé, Pedro me enseñó el suyo cuando me fue a visitar a Chile.

— Oh, ese Pedro, está bien pendejo. — Su sonrisa se atenuó levemente. — Después de tanto tiempo, él no se ha quedado aquí para celebrar Año Nuevo. — Miguel esta vez dirigió su mirada al pequeño roedor que se posicionó entre él y Manuel.

Only One  || Chirú ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora