Jugando con fuego | parte 2

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Pamela, la estudiante sanmarquina de cabellos ondeados, luego volvió hacia ellos con dos pequeños vasos de licor en sus manos.

—Te traje una bebida suave. —Le extendió a Manuel el pequeño vaso de sangría, y por consiguiente, después de que el chileno aceptara la bebida, ella tomó asiento al costado de Manuel.

Con la bebida en mano, Manuel la observó unos segundos antes de darle una pequeña probada. Todo eso fue visto por Miguel, quién por cierto no dejaba de divertirse por aquella actitud de Manuel.

—Oh, vamos, ¿nunca has probado «sangría»?— Entrealzó una ceja acomodándose mejor en el sofá.

—Lo he hecho, pero siempre hay una diferencia en cada preparación.

Aun con la diversión en su mirada, el peruano asintió a la explicación como si no hubiera verdad más cierta.

—No tiene mucho alcohol, supongo que ya lo has averiguado ahora que lo has probado.—Mencionó Pamela mientras se bebía de un solo sorbo su vaso de licor.

—Bueno, yo sí le entiendo. —Intervino la primigenia compañera de Miguel. —Aún no puedo acabarme el vaso de pisco que tengo desde hace rato.—Infló sus mejillas con resignación.—Algunos simplemente no nacimos para beber.

Fue entonces que, Miguel fingió como si aquellas palabras fueran el peor sacrilegio dicho jamás.

—Es una vergüenza para una estudiante de derecho decir aquello.—Negó con fingida resolución.—Es el poder de beber grandes cantidades de alcohol el que nos caracteriza. Tsk. Tsk.—Sin embargo, su actuación no duró mucho porque inmediatamente les dedicó una gran sonrisa que se extendía cada vez más.

Ambas chicas, ya conociendo la personalidad de Miguel, rodaron sus ojos.

Cuando el mayor volvió su atención a Manuel, se dio con la sorpresa de que éste se terminó el vaso de sangría. Sus ojos se expandieron con sorpresa, aunque no duró mucho. La bebida no era mucha y no contenía grandes cantidades de alcohol, pero interiormente Miguel había querido ver cómo Manuel terminaba su bebida. Con resignación pensó que lo dejaría para otra ocasión.

—Oh, bueno. —Empezó de nuevo el vivaz Miguel, estirando sus manos en el proceso.—Creo que ya me hicieron antojar de otra bebida, así que iré por más. —Dicho esto, se levantó de su asiento.

— ¿Más? Pero si acabas de beberte tu quinto vaso la vez anterior. —Dijo su compañera con curiosidad.

—Nunca subestimes mi sed. — Se hizo escuchar en medio de la música, y con ello se dirigió hacia la mesa de bebidas.

—Ese weon.—Negó divertido Manuel, e inmediatamente también se levantó.

—¿Manuel?—Mencionó Pamela.

—Iré a dejar mi vaso.—Con ello fue detrás de Miguel.

La menor de ambas todavía trataba de tomar uno de sus últimos sorbos de su bebida mientras observaba a sus amigos ir por más licor.

—Yo iré por unos bocadillos.—Sin más explicación se levantó y fue hacia la mesa de bebidas.

—Enserio me dejaron sola, malvados.—Mencionó la restante con fingida indignación, y al instante volvió a su natural amable personalidad.

—Mencionó la restante con fingida indignación, y al instante volvió a su natural amable personalidad

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