Una peculiar primera cita | Parte 2

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Debido al tiempo corto que tenían hasta que empiece la función, ambos se subieron al primer bus cuyo rumbo atravesaba la dirección del Cine star. Era un microbus, en realidad era una combi que casualmente se encontraba casi llena, o en lenguaje del cobrador, estaba vacía.

Miguel fue el primero en subir, y felizmente encontró un asiento en medio del bus, así que se sentó muy a gusto. Sin embargo, cuando entró Manuel ya no había asiento para él.

El mayor se dio cuenta de que en realidad el bus era demasiado pequeño para el tamaño de Manuel. El chileno se estaba encorvando allí de pie. Lamentándose por obtener el único asiento del lugar le dijo:

—Manuel, ¿quieres sentarte? Ven, siéntate. —e hizo el ademán de ponerse en pie.

Muy por el contrario, el menor se negó.

—Tranquilo, Miguel, estoy bien.

—Pero, Manuel, debes sentirte incómodo.

El chileno volvió a negar, y para no preocupar a su acompañante aprovechó que una persona de al fondo se bajó en uno de los primeros paraderos, y le hizo constar aquello a Miguel, a lo cual él terminó aceptando dudoso.

El chileno volvió a negar, y para no preocupar a su acompañante aprovechó que una persona de al fondo se bajó en uno de los primeros paraderos, y le hizo constar aquello a Miguel, a lo cual él terminó aceptando dudoso

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—Lo mínimo que podía hacer era pagar nuestro pasaje. —comentó el mayor en el camino al cine.

—Está bien, Miguel. No pasa nada. —esbozó una suave y casi imperceptible sonrisa.

—Bien, bien, dejo de preocuparme, pero a la próxima sí tomaremos un bus más grande para no perjudicar al alto Manuel. —bromeó con el objetivo de amenizar el ambiente.

—Bien, iré comprando las botanas para el cine.

—Manuel...

—Tranquilo, Miguel. Ya dije que para la próxima puedes pagarlo tú.

Con ello el chileno terminó de subir las escaleras y fue hacia el lugar donde vendían las botanas del cine.

Miguel se quedó esperando en la banca frente a la tienda dentro del cine mientras varios pensamientos surcaban su mente. Entre ellos, la vergüenza y anhelo de una próxima cita; y otro sobre lo ocurrido en el bus.

—Así que los altos también tienen sus problemas diarios. —murmuró para sí con la mirada perdida.

—¿Cómo? —para eso ya había vuelto Manuel con una balde de canchita popcorn.

—Ah, solo pensaba en los problemas diarios de los altos. Creo que son una de las cosas buenas de ser bajo.

—Claro, pero tampoco hay que exagerar. —dijo bromeando con Miguel y le instó a ir hacia las salas de cine. —Bien, vayamos que ya comienza la función.

Miguel se levantó de su lugar y estuvo allí de pie durante unos cortos segundos.

—¿Qué me habrá querido decir? —murmuró para sí mientras ladeaba su cabeza, e inmediatamente siguió a su acompañante.

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