6. Little hug

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Al día siguiente Rubius no tenía planeado levantarse de la cama por nada en el mundo, haber estado la noche anterior llorando hasta quedarse dormido le dejaban agotado, pero Juan Carlos III estaba muy insistente en querer salir de la casa, rascaba la puerta con mucha inistencia.

-¿Pero que queréis loco?, si aquí tenéis todo lo que necesitan -le reclamó alejándolo de la puerta principal.

-¡Rubius! -la voz alegre de Vegetta se escuchó al otro lado.

Vegetta le sonreía y saludaba por los cristales alrededor de la puerta, Rubius se maldijo internamente por querer en su momento ese diseño.

-Hombre, Vegetta -dijo con un tono medianamente alegre, aunque su expresión era de fastidio- ¿Que tal?

-Vine a verte, no habías abierto estos días, ¿Saliste? -preguntó despreocupado, dándole una sonrisa a Juan Carlos III quien estaba sentado a su lado observandole.

-Fui a mi casa antigua a por unas cosas, regresé en la mañana -de no ser porque sabía que era mentira le hubiera creído, le preocupaba lo buen mentiroso que era.

-Ayer hubo luna de sangre, tienes todo lleno de basura chaval -comentó- te ayudaré a limpiarlo.

Rubius pensaba decir no hacía falta pero sabía que el ojimorado se quedaría a hablar de todas formas, por lo que acepto la ayuda saliendo primero de su hogar. De manera rápida Vegetta le dio dos zanahorias al cerdo sin que le vieran dándole las gracias antes de salir.

El de sudadera había comenzando a recoger los huesos e hilos que se encontraban por ahí, Vegetta le ayudaba con las flechas y la pólvora.

No hablaban mucho, solo con algunos comentarios de Vegetta sobre el pueblo, eso le parecía extraño al de gorro de oso pero lo agradecía, no tenía animos de hablar.

Una vez terminaron el ojimorado notó que algunos de los paneles solares estaban dañados por lo que comenzó a arreglarlos sin siquiera preguntar, de nuevo, con muy poca conversación.

-¿Estáis bien? -preguntó el castaño, algo cansado de esa rara actitud.

-De maravilla, ¿Y tu?

Su contestación fue un suspiro cansado, Vegetta dejó lo que estaba haciendo para verle, esperando alguna respuesta.

Rubius se pensó mucho en si debía decirle que estaba fatal, quería contarle lo destrozado que estaba, pedirle su apoyo, hablar para sentirse mejor.

-Estoy bien -dijo, mintiendo.

-Vale.

-Vale -repitió.

Después de eso Vegetta siguió arreglando el panel, no tardó mucho por lo que ya no tenía razones para quedarse. Rubius le dió las gracias, acababa de abrir la puerta para entrar a su hogar pero el pelinegro se lo impidió.

Vegetta lo abrazó, el castaño estaba sorprendido ante la acción, pues no era un simple abrazo, se sentía cálido y con cariño, no entendía porque lo hacía.

-Nos vemos Doblas -dijo el ojimorado una vez se separó de él- ¿Estarás mañana? Tal vez venga.

Sin esperar alguna respuesta comenzó a caminar hacía la barca para irse, una vez en ella se despidió con la mano antes de comenzar a remar.

Aquel gesto tan repentino le había dejado en shock, de no ser porque vió a su cerdo correr hacia el lago se hubiera quedado ahí más tiempo, logró atraparlo antes de que se lanzara al agua.

-¿A ti que te pasa hoy? -preguntó, recibiendo una mirada del animal en sus brazos.

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Maratón 2/3

I H̶ᴀ̶ᴛ̶ᴇ̶ (ʟᴏᴠᴇ) ʏᴏᴜ || RᴜʙᴇɢᴇᴛᴛᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora